jueves, 21 de abril de 2016

La Biblia en un año #Dia110

    Si en algún momento de mi vida tuviese que realizar una biografía del Rey David, sin duda el sustento principal sería Primera de Crónicas... Hoy terminamos de leer este pequeño libro con sus capítulos 28 y 29. Antes de suceder el trono en manos de su hijo Salomón, David instruyó al pueblo en lo que mejor sabía hacer, adorar a Dios; David le pidió a todos los jefes y lideres del pueblo que respetaran y obedecieran todos los mandamientos de Dios, pues sólo así seguirían viviendo en la tierra fértil que El les había dado, y podrían dejársela como herencia a sus hijos para siempre. También exhortó David a Salomón a que aprendiera a conocer íntimamente a Dios y a adorarlo y servirlo de todo corazón y con una mente dispuesta; pues si lo buscaba, lo encontraría; pero si se apartaba de él, lo rechazaría para siempre. 

    El liderazgo innato es algo de lo que no se puede escapar, ni lo podemos esconder por más que tratemos; David le dio a Salomón los planos que tenía en mente para el Templo y sus alrededores y las instrucciones sobre el trabajo de las diferentes divisiones de sacerdotes y de levitas en el templo del Señor. David también dio instrucciones referentes a cuanto oro y cuanta plata debía usarse para hacer los artículos necesarios para el servicio en el Templo y le indicó la cantidad de oro que necesitaban los candelabros, los ganchos, los platos y el altar; también le entregó suficiente cantidad de oro refinado para el altar del incienso. Igualmente le dio oro para la construcción del carro que serviría para mover los querubines que, con sus alas extendidas, cubrirían el cofre del pacto de Dios. Realmente me puedo sentir un poco identificada pues cuando tengo algunas responsabilidades ministeriales me gusta poder llevar el orden de todo cuanto vaya a realizarse, algunos le llaman ser controlador, pero yo prefiero llamarle ser organizado. Jaja...

    David con mucho sacrificio pudo reunir muchos materiales para la construcción del Templo de Dios: oro, plata, bronce, hierro, madera, y además, piedras preciosas de toda clase; también ofrendó de sus propias riquezas cien mil kilos del oro más fino que existe, y doscientos treinta mil kilos de plata fina. David comunicó a todo el pueblo que la construcción del Templo no podía ser ordinaria pues se trataba de un palacio para Dios, por eso, todos podían también ofrendar a Dios para tal fin. Entonces todos los jefes de Israel y las altas autoridades del reino dieron de buena voluntad todas sus ofrendas de oro, plata, bronce, hierro, piedras preciosas; y todos estaban muy contentos pues dieron con alegría y sinceridad. ¿Ese es el dador genuino no? 

    Después de entregadas las ofrendas, David alabó y exaltó el nombre de Dios y entre muchas cosas hermosas, dijo una frase que me encanta: ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos. Realmente todo lo que tenemos lo hemos recibido de nuestro excelso y dadivoso Padre Celestial, por eso todo le pertenece a El. Ciertamente David era un gran adorador, no me canso de repetirlo. David reinó sobre todo Israel durante 40 años, y murió en buena vejez, habiendo disfrutado de una larga vida, con riquezas y honor. 

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