1° Crónicas 17-21
El protagonista de
estos días ha sido David, y realmente su vida es un ejemplo a seguir como bien
lo reseñan algunas páginas de la historia y como lo muestran las Escrituras.
David fue exaltado por Dios desde que lo escogió para ser rey de su pueblo cuando
era apenas un simple Pastor de ovejas y siendo el menor de todos sus
hermanos... Fue Dios quien lo cuidó, lo guardó, lo estableció, le permitió
derrotar a sus enemigos, le proporcionó un reino poderoso; en fin, la bendición
de Dios siempre estuvo con él. Ahora, quiero establecer mi posición respecto a
la ministración del Espíritu Santo de Dios sobre mí a través de estas palabras;
David era un hombre humilde, y Dios atiende al humilde, más mira de lejos al
altivo. El supo ofrecer a Dios una entrega total y genuina; colmada de
agradecimiento, de oración, de comunión; pienso que David no escatimó en buscar
su presencia. Hay algunos regalos que recibimos de parte de Dios de forma
incondicional, no tenemos que hacer nada pero El nos los da; como por ejemplo,
el mas grande de ellos: la salvación de nuestras almas; pero, hay otros que
solo podremos disfrutar si permanecemos en El, humillados delante de su
presencia, buscando su rostro y guardando su Palabra; así como le sucedió a
este admirable Rey. Así que, el que desea bendición, primero tiene que honrar
al que bendice.
En sus campañas
militares, David pudo someter y vencer a los filisteos y también derrotó a los
moabitas; asimismo, venció a los Sirios y éstos quedaron sometidos a él y
sujetos al pago de tributos; de este modo, el Señor le daba la victoria a David
por dondequiera que iba. David también pudo vencer al Rey de Saba y se apoderó
de los escudos de oro que usaban sus oficiales y de una gran cantidad de
bronce. Cuando David obtuvo esta victoria, recibió como obsequio toda clase de
objetos de oro, plata y bronce por parte de un rey que había sido enemigo del
rey de Saba; David dedicó todos estos objetos al Señor, junto con el oro y la
plata que les había quitado a todas las naciones, a Edom, a Moab, a los
amonitas, a los filisteos y a los amalecitas. David era un guerrero, además
estaba acompañado de grandes oficiales de guerra como Joab, general de su
ejercito, y de Abisaí su hermano; esto hombres se reunieron con los mejores
soldados israelitas y se enfrentaron a los sirios y a los amonitas; estos
terminaron huyendo de su enfrentamiento con el ejercito de Israel y además,
David mató a Sofac, el jefe del ejército sirio. Joab arrasó el territorio
amonita; y también rodeó a Raba y la atacó hasta dejarla en ruinas. Después
hubo una batalla contra los filisteos descendientes de los gigantes, hombres de
gran estatura, pero éstos cayeron también a manos de David y de sus oficiales.
Teniendo una gran
posición como rey frente a todas las naciones, y apoyado en un gran ejercito
militar; David fue tentado por Satanás a que hiciese un censo de la población,
por lo que mandó a Joab a que contara a todos los hombres en edad militar para
saber cuantos soldados tenía. Esta orden no agradó a Joab, pero se vio obligado
a obedecer. David no debió realizar este censo porque con esto, demostró que
estaba basando su seguridad y su confianza en el número de sus soldados y no en
Dios, por lo que fue castigado él y también toda la nación. David debió escoger
su castigo entre algunas opciones que le dio Dios, y como resultado envió
Dios una enfermedad por todo Israel, y
murieron setenta mil personas, y envió Dios un ángel a destruir Jerusalén.
David se arrepintió y pidió al Señor que no destruyese su pueblo, construyó un altar
en su nombre y le ofreció sacrificios; Dios escuchó su oración y se arrepintió
al ver el sufrimiento de los israelitas, por lo que le dijo al ángel que los
estaba destruyendo y matando: «Basta, ya no sigas». Esto me recordó dos cosas,
primero: Si yo me humillo, el me exalta; si yo me exalto, el me humilla; y
segundo: un rey y una nación pueden ofender a Dios, pero si se arrepienten, y
oran a El con corazón sincero, El es fiel y justo para perdonar, sanar y
limpiar de toda maldad. Esto último me anima a seguir orando y confiando en
Dios respecto a la reconstrucción de la nueva Venezuela restaurada, prospera, y
en paz por la que ruego a mi amado Dios. Quiero que EL diga nuevamente: basta,
ya no sigas; y sane nuestra tierra.
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