miércoles, 20 de abril de 2016

La Biblia en un año #Dia108

    1° Crónicas 17-21


    El protagonista de estos días ha sido David, y realmente su vida es un ejemplo a seguir como bien lo reseñan algunas páginas de la historia y como lo muestran las Escrituras. David fue exaltado por Dios desde que lo escogió para ser rey de su pueblo cuando era apenas un simple Pastor de ovejas y siendo el menor de todos sus hermanos... Fue Dios quien lo cuidó, lo guardó, lo estableció, le permitió derrotar a sus enemigos, le proporcionó un reino poderoso; en fin, la bendición de Dios siempre estuvo con él. Ahora, quiero establecer mi posición respecto a la ministración del Espíritu Santo de Dios sobre mí a través de estas palabras; David era un hombre humilde, y Dios atiende al humilde, más mira de lejos al altivo. El supo ofrecer a Dios una entrega total y genuina; colmada de agradecimiento, de oración, de comunión; pienso que David no escatimó en buscar su presencia. Hay algunos regalos que recibimos de parte de Dios de forma incondicional, no tenemos que hacer nada pero El nos los da; como por ejemplo, el mas grande de ellos: la salvación de nuestras almas; pero, hay otros que solo podremos disfrutar si permanecemos en El, humillados delante de su presencia, buscando su rostro y guardando su Palabra; así como le sucedió a este admirable Rey. Así que, el que desea bendición, primero tiene que honrar al que bendice.

    En sus campañas militares, David pudo someter y vencer a los filisteos y también derrotó a los moabitas; asimismo, venció a los Sirios y éstos quedaron sometidos a él y sujetos al pago de tributos; de este modo, el Señor le daba la victoria a David por dondequiera que iba. David también pudo vencer al Rey de Saba y se apoderó de los escudos de oro que usaban sus oficiales y de una gran cantidad de bronce. Cuando David obtuvo esta victoria, recibió como obsequio toda clase de objetos de oro, plata y bronce por parte de un rey que había sido enemigo del rey de Saba; David dedicó todos estos objetos al Señor, junto con el oro y la plata que les había quitado a todas las naciones, a Edom, a Moab, a los amonitas, a los filisteos y a los amalecitas. David era un guerrero, además estaba acompañado de grandes oficiales de guerra como Joab, general de su ejercito, y de Abisaí su hermano; esto hombres se reunieron con los mejores soldados israelitas y se enfrentaron a los sirios y a los amonitas; estos terminaron huyendo de su enfrentamiento con el ejercito de Israel y además, David mató a Sofac, el jefe del ejército sirio. Joab arrasó el territorio amonita; y también rodeó a Raba y la atacó hasta dejarla en ruinas. Después hubo una batalla contra los filisteos descendientes de los gigantes, hombres de gran estatura, pero éstos cayeron también a manos de David y de sus oficiales.


    Teniendo una gran posición como rey frente a todas las naciones, y apoyado en un gran ejercito militar; David fue tentado por Satanás a que hiciese un censo de la población, por lo que mandó a Joab a que contara a todos los hombres en edad militar para saber cuantos soldados tenía. Esta orden no agradó a Joab, pero se vio obligado a obedecer. David no debió realizar este censo porque con esto, demostró que estaba basando su seguridad y su confianza en el número de sus soldados y no en Dios, por lo que fue castigado él y también toda la nación. David debió escoger su castigo entre algunas opciones que le dio Dios, y como resultado envió Dios  una enfermedad por todo Israel, y murieron setenta mil personas, y envió Dios un ángel a destruir Jerusalén. David se arrepintió y pidió al Señor que no destruyese su pueblo, construyó un altar en su nombre y le ofreció sacrificios; Dios escuchó su oración y se arrepintió al ver el sufrimiento de los israelitas, por lo que le dijo al ángel que los estaba destruyendo y matando: «Basta, ya no sigas». Esto me recordó dos cosas, primero: Si yo me humillo, el me exalta; si yo me exalto, el me humilla; y segundo: un rey y una nación pueden ofender a Dios, pero si se arrepienten, y oran a El con corazón sincero, El es fiel y justo para perdonar, sanar y limpiar de toda maldad. Esto último me anima a seguir orando y confiando en Dios respecto a la reconstrucción de la nueva Venezuela restaurada, prospera, y en paz por la que ruego a mi amado Dios. Quiero que EL diga nuevamente: basta, ya no sigas; y sane nuestra tierra. 


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