miércoles, 24 de febrero de 2016

La Biblia en un año #Dia54

    Deuteronomio 8-11

    
    Me enamoré tanto del capitulo 8 de deuteronomio que estoy segura de que será material de enseñanza para próximos eventos en los que cuales el Señor me honre con la oportunidad de predicar su palabra. Tiene de todo; desde la orden de poner por obras todos los mandamientos recibidos por parte de Dios, hasta el propósito por el cual los israelitas fueron afligidos en el desierto durante 40 largos años. El Señor los probó para saber lo que había en sus corazones, y para saber si habían de guardar sus estatutos o no. Fue algo cumbre para mi, el poder leer con claridad porque Dios los había llevado hasta la agonía, como muchas veces sucede hoy en día con muchos de sus hijos, y decimos: Señor, ¿por qué? ¿Qué quieres de mi en medio de esta prueba? Ahora puedo decir con certidumbre: Dios quiere ver lo que hay en mi corazón. Dt. 8:2

    Lo segundo y hermoso que pude ver; y en verdad les digo, mis ojos fueron abiertos con esta palabra, fue que en medio de la prueba, Moisés le recuerda al pueblo que aunque pasaron hambre, Dios les dio de comer pan del cielo, y con eso, el quiso enseñarles que aunque falte el alimento, podían descansar en sus promesas y en su palabra y tener vida. Dios mio como me has hablado... Durante su larga caminata por el desierto en 40 años, sus pies nunca se hincharon y sus vestidos nunca se envejecieron. ¿Puede eso suceder en condiciones natural? La repuesta la sabemos: no, solo sucede en lo sobrenatural. Si Dios los había disciplinado era porque los amaba, y aún en medio de esa disciplina nunca faltó su provisión y su sustento. Definitivamente las pruebas son necesarias en la vida de todo creyente para mostrar la Gloria de Dios y ahora me siento aun más fortalecida por su palabra para resistir esos días de aflicción. En medio de la prueba no falta su auxilio, su ayuda, su provisión material y espiritual, su consuelo, su ánimo, su fuerza; es decir, aquello que nunca falta en la prueba ni en ningún momento de nuestras vidas es... Su presencia. El Señor llevó a los israelitas a un terrible desierto, pero sacó agua de una roca cuando morían de sed! Entonces amados; si, ciertamente Dios puede llevarnos al desierto, pero las rocas darán agua si es necesario. ¡Aleluya!

    Pronto el pueblo de Israel cruzaría el Jordán hacia la tierra prometida, y allí expulsaría a todos los pueblos que vivían dentro de ella gracias al poder de Dios. Los israelitas no debían pensar en ningún momento que las victorias que habían conseguido y que conseguirían dentro de Canaán las habían obtenido porque ellos las merecían o porque eran buenos, sino a causa de la maldad de esa misma gente y porque así Dios cumpliría la promesa hecha a su siervo Abraham, a Isaac y a Jacob. El pueblo no sería acreedor de esa tierra buena; de arroyos, de aguas, de fuentes, de manantiales, de olivos, de higueras, de aceite y de miel; por su justicia, sino porque Dios era fiel a sus promesas; de hecho, ellos habían sido rebeldes durante toda la travesía, duros, obstinados, desobedientes; sin embargo, Dios los llevaría a poseer la tierra que había prometido a pesar de haber provocado su ira tantas veces. ¿Cuantas veces yo misma no he sido testigo de como Dios se mantiene fiel a pesar de mi infidelidad? Dios sigue siendo Dios.



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