lunes, 15 de febrero de 2016

La Biblia en un año #Dia46

   Dios es Dios... Decir eso parece ser suficiente frente a las formas en las que El decide obrar en nuestras vidas. La obstinación del pueblo de Israel seguía latente respecto a Moisés y a Aarón como sus lideres principales en toda su aventura por el desierto, por lo que el Señor, sabio al fin, decide crear una estrategia para que ellos finalmente pudieran dejar de quejarse y ver a Aarón como el escogido de Dios. 12 varas fueron llevadas frente a Moisés y Dios hizo florecer solo una, ¿Cual habrá sido? Si, la de Aarón; me pregunto como se habrá sentido el resto el resto de los jefes de las tribus frente a esto. Me recuerda que Dios escoge para su servicio a quien quiere, con sus limitaciones y debilidades; no es lo que tenemos para darle, es lo que El puede hacer a través de nosotros. Nuestra vara no puede reverdecer cuando la amargura nos consume respecto a alguien que ocupa una posición especial frente al Ministerio de Dios, y no alcanzamos a ver con los ojos del Espíritu el porque esa persona fue escogida para esa tarea especial y como ha sido el trato intimo de Dios cada día con ella. Sin duda hay muchas varas por allí que se quedan secas por falta de humildad, sumisión y obediencia. Recordemos: No hay beneficio sin sacrificio; si ves a una persona prospera espiritualmente es porque está sembrando para el reino de los cielos; y esta vara de Aarón, llena de flores, sería la señal que Dios establecería para que los rebeldes dejaran de protestar.

   Como ya es sabido Aarón y todos los descendientes de la tribu de Leví eran los encargados de servir en el Tabernaculo, asi como también, debían pedir perdón cuando alguno de los israelitas cometiera algún pecado contra el Santuario; cualquier otro que quisiera hacer trabajos sacerdotales sin ser sacerdote, iba a ser condenado a muerte. El trabajo sacerdotal de Aarón y sus descendientes consistía en presentar  a Dios todas las ofrendas de los israelitas, y esas ofrendas Dios se las daría a ellos en retribución por el servicio prestado.

   Siempre para el perdón y purificación de pecados debía producirse un sacrificio, por eso mi Jesús se inmoló para darnos salvación a todos los que creamos en su nombre; en este particular, para la purificación de los inmundos, los israelitas debían ofrecer una vaca alazana, es decir, pelirroja; que no tuviera ningún defecto ni que hubiese trabajado en el campo; el sacerdote Eleazar sería el encargado de sacrificarla, luego sería quemada y con las cenizas restantes prepararían agua para lavarse y quitarse los pecados; y también servía para limpiar a aquellos que hubiese tenido contacto con algún cadáver. Nadie que hubiese tocado cadáver, o hubiese tenido algún tipo de contacto con el mismo, podía presentarse delante de Dios hasta tanto no estuviesen totalmente limpios.

   Dice la Biblia que Moisés era un hombre muy humilde, de hecho su amor por el pueblo israelita era evidente; pero sucumbió ante la presión que estos le hacían y sus criticas y quejas lo llevaron hasta el colapso. Estando en Cades el pueblo seguía rebelde contra Dios, protestando por no tener agua; Dios ordenó a Moisés que tomara su vara, reuniese al pueblo y que fuese hasta la roca, le hablase y esta le daría agua; Moisés fue, tomo la vara, reunió al pueblo, pero, enojado golpeó la roca con la vara dos veces y brotó el agua... A Moisés le costó cara esta obstinada actitud, no entraría a la tierra prometida por la cual llevaba tanto tiempo trabajando y sirviendo al Señor. Este es uno de los episodios mas lamentables para mi en la vida de este gran hombre de Dios, siempre me causa tristeza y me muestra como en un simple ataque de ira podemos acabar con algo que seguramente nos ha costado mucho tiempo construir; en ocasiones, cuando actuamos de forma insensata y somos presas de nuestras emociones, las consecuencias pueden ser irrevocables.  


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