lunes, 22 de febrero de 2016

La Biblia en un año #Dia53

  El discurso de Moisés centrado en un gran recordatorio para la nueva generación israelita continúa, esta vez, con los diez mandamientos dados por Dios en el monte Sinaí. La orden dada por Moisés, tal y como había sido en principio, fue la siguiente: Asegúrense de obedecer todos los mandatos del Señor su Dios y de seguir sus instrucciones al pie de la letra. Manténganse en el camino que el Señor su Dios les ordenó que siguieran. Entonces tendrán una vida larga y les irá bien en la tierra donde están a punto de entrar y que van a poseer.

   También fue el momento del nuevo y gran mandamiento entre todos: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu fuerza. En verdad, es el más grande, cuando amas a Dios a ese nivel de profundidad deseas y anhelas serle fiel; lo haces por amor, no por obligación. Todas esas palabras que Moisés dio a los israelitas debían repetirlas a sus hijos, y debían hablar de ellas estando en su casa, y andando por el camino, y al acostarse y al levantarse. Debían atarlas a su mano como una señal, y colgarlas de su frente; debían escribirlas en las puertas de sus casas y en lo portones de su ciudad. Esto iba a ser una señal evidente de que ellos estaban apartados para Dios y obedecían sus estatutos.  El pueblo de Israel iba a vivir en ciudades grandes y hermosas que no edificaron, y habitarían casas llenas de riquezas que no ganaron, beberían agua de pozos que no cavaron, y comerían uvas y aceitunas que no plantaron; pero para esto, debían adorar a Dios y obedecerlo solo a él; haciendo eso, todos serían prosperados y se mantendrían con vida. 

   Cuando los israelitas entraran a Canaán debían tener especial cuidado de no casarse con personas de esa nación pues eso traería como consecuencia la adoración a otros dioses y la desobediencia. Dios les reitera que eran un pueblo especial, pues El mismo los había elegido de entre todas las naciones, no porque fueran un pueblo importante, sino porque los amaba; debido a ese amor los liberó de la esclavitud egipcia y se mantuvo fiel a sus promesas; por eso esperaba que ellos reconocieran que El era su Dios y cumplieran sus mandamientos. en la obediencia está la bendición, la lección de oro para Israel. Si eran obedientes, Dios los bendeciría, los amaría, y los convertiría en un gran pueblo. Ningún otro pueblo iba a ser tan bendecido como ellos.


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