domingo, 7 de febrero de 2016

La Biblia en un año #Dia37

   Siguen las instrucciones de Dios... Y como no? Este era el pueblo escogido de Dios, estoy totalmente de acuerdo con El en que al serlo debían ser diferentes a los demás, con una conducta agradable delante del Dios que los llamó y los salvó y los restauró. Creo que la obediencia y la santidad era un pequeño costo que la nación debía retribuir frente a tantas bondades. No lo creen así ustedes? Si, si, ya se que obedecer es demasiado difícil, pero tampoco es imposible. En el capitulo 18 de Levitico, Dios enseña acerca de los actos de inmoralidad prohibidos, y en el 19, da leyes respecto a la santidad y justicia; mientras que en el capitulo 20 ofrece la lista de penas para cualquiera que incurriera en alguna de las faltas establecidas en cualquiera de los dos capítulos ya mencionados.

   Los israelitas no debían imitar la conducta de aquellos que no conocían a Dios, sino obedecer todas sus ordenanzas y todos sus decretos; así de sencillo y así de complicado; realmente no los juzgo pues se que es difícil estar en el mundo y sin embargo, no ser del mundo. Hay decisiones diarias y firmes que deben ser tomadas con la mirada puesta en Dios para vivir según el espíritu y no según la carne. La primera prohibición eran las relaciones sexuales incestuosas (con miembros de la familia); tampoco podían tener intimidad las parejas mientras la mujer tuviese el periodo menstrual; tampoco podían tener los hombres relaciones con las mujeres de sus vecinos, ni tampoco podían tener relaciones sexuales con personas de su mismo sexo ni con animales; y ninguno de los hijos de los israelitas podía ser entregado como ofrenda a otros dioses. Si el Señor estaba haciendo este tipo de prohibiciones era porque ya este tipo de prácticas se había manifestado en los pueblos que habitaban el territorio que El les daría al pueblo de Israel.

   El versículo 2 del capitulo 19 dice lo siguiente: Santos seréis, porque santo soy yo. Jehová vuestro Dios. Esto evidencia exactamente la verdad en la relación de Dios y los israelitas, tal y como dije en principio, siendo ellos el especial tesoro del Señor, debían comportarse como tal. No tenían un Dios cualquiera, entonces no podían ser un pueblo cualquiera. En este punto, el Señor refrescó su memorias recordandoles que no podían adorar otros dioses, ni crearse dioses falsos; que debían honrar a sus padres y respetar el día de reposo. No roben, no mientan, no engañen, no maltraten, no se burlen, no sean injustos; no sean chismosos ni vengativos; no practiquen brujería, respeten el Tabernáculo, paguen lo que deben; entre otras cosas, son algunas de las normas establecidas por Dios para que esta nación tuviese un sello distintivo entre las demás. 

   Entre las penas por contravenir alguno de los mandamientos ya expuestos dados por el Señor, se encontraban: condenación a muerte y la expulsión del país dependiendo de cual falta se cometiese; sin embargo, el que obedeciere lo ordenado por el Señor, jamás sería expulsado del territorio que el Señor les regalaría para habitar, donde siempre tendrían abundancia de alimentos. Termino con los versiculo 7 y 8 del capitulo 20: Vivan solo para mi; sean diferentes y cumplan mis mandamientos; yo soy el Dios de Israel, ustedes me pertenecen. Quiero apropiarme en esta tarde de este versiculo pues en muchas oportunidades he dicho: Te pertenezco Señor... Y no quisiera honrarlo solo de labios sino que mi corazón esté cercano al suyo; espero poder vivir solo para Él, ser diferente y cumplir todos sus propósitos para mi. 

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