viernes, 30 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia235

Ezequiel 25-28

Como ya lo habíamos leído, el Señor usaría a los enemigos de Judá para castigarlos, pero éstos no quedarían sin recibir también su merecido; una vez que el Señor cumpliera el juicio en contra de Israel y Jerusalén, Amon, Moab, Edom, Tiro, Sidon, Egipto y todas las naciones que hubiesen ofendido el nombre de Dios y aún, el honor de su pueblo, serían castigadas. Pues aunque el Señor de momento estuviese airado en contra de su tierra, y permitiera que esas naciones se levantaran en contra de sus hijos, también les cobraría todas y cada una de las ofensas que le propiciaran. Una hermana me dijo una vez que hasta lo malo que sucedía en una nación, aunque no fuese la voluntad primaria de Dios, era permitido por Él y solo por Él, hasta que Él quisiera, y para cumplir un propósito ulterior del que a veces nosotros simplemente no conocemos nada; y la verdad, por la revelación de la Palabra me siento muy de acuerdo con ella. Aunque no todo en esencia se desprenda del plan que Dios ha elaborado para sus hijos desde el principio de los siglos, definitivamente nada sucede sin su permiso. Estas naciones se alegraron cuando el templo de Dios fue contaminado, y se burlaron de Israel y de Judá cuando la llevaron al destierro; pero su territorio también sería invadido y destruido. Dado que todos aplaudieron, bailaron y gritaron de alegría por la destrucción del pueblo de Dios, el Señor alzaría su puño de juicio contra ellos; y los entregaría como botín a muchas naciones, serían eliminados y dejarían de ser nación.

Puesto que los moabitas dijeron que Judá era igual a las demás naciones, iban a ser entregados en manos de los nómadas de los desiertos orientales, al igual que los amonitas. Con enojo los israelitas ejecutarían la venganza de Dios, y los edomitas sabrían que esa venganza era suya. Los filisteos arremetieron contra Judá por amarga venganza y por desprecio acumulado, por lo tanto, el Señor ejecutaría contra ellos una terrible venganza para castigarlos por lo que habían hecho; serían exterminados y destruidos por completo. Tiro se había alegrado por la caída de Jerusalén, pensando que era su momento de enriquecerse, pero el Señor soberano declaró ser su enemigo y haría que muchas naciones se levantaran en su contra. El Rey Nabucodonosor se levantaría contra Tiro, y serían saqueados, masacrados, y destruidos hasta el polvo. La isla de Tiro sería transformada en una roca desnuda, un lugar donde los pescadores iban a tender sus redes, y jamás sería reconstruida. Al Ezequiel dar ese mensaje contra Tiro, debía entonar un canto fúnebre, pues la gloria de esa poderosa y fuerte cuidad junto al mar, había llegado a su fin. En contra de Sidón se enviaría una plaga y correría sangre por sus calles, el juicio de Dios iría sobre ella y toda su gente quedaría masacrada dentro de sus murallas. Israel sin embargo, sería restaurado, todos volverían a vivir en su propio país y serían revestidos de santidad. Los israelitas vivirían seguros, construirían casas y cultivarían viñedos; y cuando el Señor castigara a las naciones vecinas que los trataron con desprecio, ellos sabrían que Él, era su Dios. 


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