miércoles, 14 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia222

      Jeremías 30-33

    ¡Los cautivos volverán! Cuanto alivio causa esta afirmación hecha por Dios, ¿Cierto? Y es que en ninguna de sus variables, el cautiverio es algo bueno, y se que es un estado al cual Dios nunca quisiera llevarnos como plan original para nuestras vidas. La libertad es demasiado preciosa, y estoy segura, de que todo aquel que ha sido prisionero, la agradece y valora aún más. Después de los días terribles para todos los israelitas, el Señor los salvaría y rompería todas sus cadenas de esclavitud; serían librados del poder que los dominaba y nunca más serían cautivos en tierras extranjeras. No temas, dijo el Señor, porque yo soy tu Dios; y estoy contigo para salvarte. El cautiverio es una consecuencia inmediata de la condición de pecado, y esto ha sido magníficamente reseñado por Dios en la historia del pueblo de Israel, quien nació para ser libre, pero terminó preso de sus propios deseos y de su voluntad egoísta e idolatra. cuando no obedecemos a Dios, y terminamos separados de Él a causa de nuestra propia rebeldía, nos mantenemos espiritualmente tras las rejas; y esto es algo que no solo vivió Israel, sino que hemos vivido todos los hijos de Dios. Que gran alivio poder ser verdaderamente libres, y experimentar a través de la gran salvación de Dios, el rompimiento de todas las cadenas de esclavitud al pecado de las que pudimos haber sido victimas. 

    El Señor dijo que cambiaría la suerte de la nación de Jacob y que tendría compasión de su país; las ciudades se reconstruirían sobre sus ruinas y los palacios en su debido lugar. De ellos saldrían cantos de gratitud y risas de alegría; los israelitas serán como antes, todo el pueblo se mantendría firme en la presencia de Dios. En este tiempo cuando Israel volviese a su país, el Señor sería el Dios de todas las tribus, y todos ellos serían su pueblo. Hasta lo alto de Sión irían los hebreos cantando de alegría, deleitándose con todos los beneficios del Señor: el trigo, el vino y el aceite, las ovejas y las reses. Serían como una huerta bien regada, y no volverían a perder las fuerzas. Las muchachas bailarían alegremente, lo mismo que los jóvenes y los viejos. El Dios todopoderoso les brindaría consuelo, convertiría su llanto en gozo, y les daría una alegría mayor que su dolor. En la prosperidad futura de Israel, el Señor prometió muchas cosas, y buenas, ¡Todas buenas! Les daría de comer y beber en abundancia, y así como estuvo atento para arrancar, derribar, echar abajo, destruir y causar daños, así también estaría vigilante para construir y plantar. En ese tiempo el Señor perdonaría toda la maldad de Judá e Israel y nunca más se acordaría de sus pecados. Dios prometió hacer con Israel una alianza eterna, se comprometió a no dejar nunca de hacerles bien, y a llenarles el corazón del deseo de honrarlo y de no apartarse de Él. El Señor se alegraría de hacerles bien, y de todo corazón y con toda sinceridad los haría habitar de nuevo en su país. Jerusalén volvería a ser para Dios un motivo de alegría, honor y gloria ante todas las naciones de la tierra.


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