martes, 13 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia221

    Jeremías 26-29

    Cuando Joacim, hijo de Josías comenzó a reinar sobre Judá, Dios le habló a Jeremías en Jerusalén, y volvió a darle otro mensaje para su pueblo, y le dijo a Jeremías que si los israelitas le hacían caso y dejaban de hacer lo malo, entonces Él no los castigaría como había pensado hacerlo. Jeremías comunicó a todo el pueblo de Judá en nombre de Dios: Ustedes no me obedecieron ni siguieron las enseñanzas que les di, por eso, así como destruí el santuario de Siló, también destruiré el templo de Jerusalén, y esta ciudad será objeto de burla y de insulto. Jeremías anunció este mensaje en el templo de Dios, y lo escucharon los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, pero tan pronto como terminó de anunciarlo, todos los que estaban allí se lanzaron contra él y lo apresaron diciendo que ese mensaje le constaría la vida; sin embargo, Jeremías permaneció firme diciendo que lo que había dicho en contra del templo y de Jerusalén, Dios mismo lo había mandado a anunciar; así que más les valía obedecer a Dios, pues si lo hacían, el Señor ya no los castigaría. Jeremías les dijo que podían hacer con él lo que quisieran, pero que él había hablado en nombre de Dios, y que si lo mataban serían culpables de haber acabado la vida de un inocente; finalmente Jeremías contó con la protección de un hombre importante llamado Ahicam, y por eso no fue entregado al pueblo y se libró de que lo mataran. El Señor todopoderoso había decidido una cosa, y la conducta infiel y rebelde del pueblo de Judá, no lo habían convencido de lo contrario, esto era: castigarlos y destruir Jerusalén. Él Señor había puesto a su servicio al rey de Babilonia para cumplir con sus planes, y le daría el domino sobre Judá, Edom, Moab, Amón, Tiro y Sidón; si alguno de esos países no se rendía por las buenas ante el rey de Babilonia, sería castigado por Dios con guerras, hambre y enfermedades, hasta que se sometiera por completo. Sin embargo, llegaría el día en que también Babilonia sería dominada por muchas naciones y por reyes más poderosos. El que quisiera seguir con vida, debía rendirse por completo a Babilonia y a su pueblo.

    Cuando el rey de Babilonia se llevó preso al rey Joaquín y a la gente importante del país, no se llevó todo lo que había en el templo y en la ciudad de Jerusalén, sino que dejó algunos artículos de valor, sin embargo, el mismo Dios advirtió que luego de un tiempo todo iba a ser llevado a Babilonia, hasta que Él decidiese que volviera a Jerusalén. Había en el pueblo de Gabaón un profeta llamado Hananías, cuando Sedequías tenía cuatro años de reinar en Judá; Hananías dijo que Dios afirmaba que dentro de dos años traería de nuevo a Jerusalén todo lo que el rey de Babilonia se había llevado, y que también traería de vuelta a Joaquín hijo de Joacín, que era rey de Judá, y a todos los habitantes de Judá que fueron llevados como esclavos a Babilonia. Cuando Jeremías lo oyó, le dijo que si hablaba de parte de Dios, se sabría si se cumplía o no sus palabras; pero Dios volvió a decirle a Jeremías que le daría a Babilonia un poder extraordinario para dominar sobre todas las naciones, y que no liberaría a Judá. Entonces Jeremías le dijo a Hananías: Tú estás haciendo que este pueblo crea en una mentira, pues Dios nunca te envió a hablarles; con tus palabras has hecho que este pueblo se rebele contra Dios, por eso, antes de que termine el año, morirás. Y así sucedió, ese mismo año, el profeta Hananías murió. A través de Jeremías, el Señor envió una carta a los jefes del país y a los sacerdotes, a los profetas y a todos los que el rey de Babilonia se había llevado prisioneros a su país y les dijo que mientras estuviesen allí construyeran casas y vivieran en ellas, que cultivaran sus granjas y comiesen de sus frutos; que se casaran y tuvieran hijos y que no dejaran que la población disminuyese, y que además rogaran por Babilonia y trabajaran para que el país prosperara, pues si la nación prosperaba, ellos también prosperarían. También dijo el Señor: Ustedes van a vivir unos setenta años en Babilonia; cuando se cumpla ese tiempo, les prometo que los haré volver a Jerusalén. Mis planes para ustedes solamente yo los sé, y no son para su mal, sino para su bien; voy a darles un futuro lleno de bienestar. Cuando ustedes me pidan algo en oración, yo los escucharé; cuando ustedes me busquen, me encontrarán, siempre y cuando me busquen de todo corazón. Si el Señor decidió dar a este pueblo, una corrección y una reprensión tan severa, es porque seguramente era necesaria para su completa rehabilitación; a veces solo cuando probamos lo amargo, es que podemos apreciar lo bien que sabe lo dulce; y todos los israelitas lo iban a vivir en carne propia, para poder volverse nuevamente a Dios y amarlo como Él tanto lo había estado deseando. 


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