viernes, 23 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia229

    Ezequiel 1-5

    ¿Cuantos han podido hablar con Dios mediante la aparición gloriosa de su presencia? Yo no, lo anhelo, pero aún no me ha sucedido. 11 años antes de la caída de Jerusalén, 586 años antes de Cristo para ser exactos, Ezequiel fue exiliado a Babilonia; su mensaje se divide entre la consumación del juicio de Dios contra Judá y  la futura reconstrucción del Templo de Jerusalén. Estando cautivo Ezequiel en Babilonia, contempló una visión de la Gloria divina de Dios, el cielo se abrió, y trajo una nube muy grande y brillante con seres angelicales que brillaban como carbones encendidos; el Espíritu de Dios estaba en estos seres, y sobre ellos había cúpula de cristal donde había una piedra preciosa en forma de trono, sobre el cual podía verse la figura de un ser humano; de la cintura para arriba brillaba como el metal derretido, y de la cintura para abajo, brillaba como el fuego. ¡Era como ver el arco iris después de un día lluvioso! Entonces Ezequiel se dio cuenta de que estaba contemplando a Dios en todo su esplendor, y cayendo rostro en tierra, sintió que la mano del Señor se apoderó de él. Levántate, hijo de hombre —dijo la voz de Dios—, quiero hablarte; entonces el Espíritu Santo entró en Ezequiel mientras le hablaba, y él escuchó atentamente sus palabras. El encargo de este Profeta fue similar al de los anteriores, hablar a la nación de Israel, un pueblo duro, terco y desobediente; y para hacerlo, Ezequiel debió comer un rollo de libro que el mismo Dios le dio donde estaban escritos mensajes de luto, de dolor y de tristeza. Entonces Dios le dijo: Ezequiel, cómete este libro, y llena tu estómago con él; Ezequiel lo hizo así y su sabor le fue tan dulce como la miel. El Señor advirtió a Ezequiel que los israelitas eran tan necios y rebeldes que lo ignorarían así como lo habían ignorado a Él, pero que mientras menos caso le hicieran, más debía insistir él para que lo escucharan. Después que el esplendor de Dios se retiró de donde estaba Ezequiel, algo dentro de él lo hizo levantarse y salió de allí; como si Dios lo hubiese tomado fuertemente de la mano, y fue hasta la ciudad donde estaban los israelitas que habían sido sacados de su país, y allí se quedó entre ellos siete días, sin saber qué hacer ni qué decir.

    Pasados los siete días, Dios le dijo a Ezequiel que su tarea era estar siempre vigilante, y decirle a los israelitas que estaban en grave peligro. El Señor lo instruyó para que hablase al pueblo acerca de sus pecados, y luego le dijo que como los israelitas eran muy rebeldes, iba a hacer que se quedara mudo para que no pudiese reprenderlos sino cuando Él lo decidiera, y entonces, daría el mensaje de parte de Dios y unos le harían caso, y otros no. Para cumplir con su misión, el Señor dio a Ezequiel varias instrucciones bastante desafiantes para cualquiera; Ezequiel debía tomar un molde de barro fresco y dibujar en él la ciudad de Jerusalén con un ejercito a su alrededor, y colocar una lámina de hierro entre la ciudad y él, como si la lámina fuese una muralla, y como si él estuviese por atacarla. Después de eso, Ezequiel debía acostarse durante trecientos noventa días sobre el lado izquierdo de su cuerpo, un día por cada año que los israelitas pecaron; luego debía acostarse sobre su lado derecho por cuarenta días más, un día por cada año que pecó Judá. Para esto, el Señor lo ataría con cuerdas para que no pudiese moverse ni a un lado ni a otro, hasta que se completara todo ese tiempo de sufrimiento. Al cumplir todo eso, Ezequiel volvería a Jerusalén para advertir que la misma, sería destruida. Durante todo el tiempo que Ezequiel estuviese acostado, el Señor también le estableció la forma en la que iba a alimentarse, y aún la forma en la que debía cocer los alimentos; en vez de leña, encendería el fuego con excremento humano, que fue lo único que Ezequiel se atrevió a contradecir; seguro nosotros hubiésemos contradicho desde mucho antes, ¿Cierto? Entonces el Señor le permitió usar excremento animal, en vez de humano. Ezequiel también debía cortarse el cabello de la cabeza y la barba, y cuando Jerusalén fuese conquistada iría al centro de la ciudad y quemaría allí una tercera parte del pelo, otra tercera parte la cortaría con una espada y la esparciría alrededor de la ciudad, y la tercera parte sería arrojada al viento; el pelo que fuese quemado, sería una señal para los israelitas de que todo el pueblo sería también sería quemado. Si de algo podía estar seguro Ezequiel, era de que Dios cumpliría su palabra; Jerusalén sería castigada por su maldad,  y cuando el pueblo fuese declarado culpable, morirían de hambre y de enfermedad, otra parte por espada, y una tercera parte que lograra quedar con vida, sería dispersada por todas partes del mundo; tal y como le mostró el Señor a Ezequiel que debía hacer con las partes de su cabello. Ellos serían castigados con furia, y cuando el enojo de Dios se hubiese calmado, todos reconocerían que el Dios de Israel, es un Dios muy celoso que cumple su palabra.


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