martes, 20 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia227

       Alto de adoración semanal...

    Los anuncios fueron dados, y las profecías fueron cumplidas; a pesar de que las naciones sobre las cuales se levantaron los juicios de Dios permanecieran indiferentes al castigo inminente, y no quisieran escuchar ni arrepentirse, el Señor hizo su voluntad. Nuestro Dios hizo la tierra con su poder y la preserva con su sabiduría, con su propia inteligencia desplegó los cielos; cuando habla en los truenos los cielos rugen con lluvia, Él es el Creador de todo lo que existe, incluido su pueblo, su posesión más preciada; así que ninguna de sus palabras fallará, nada de lo que ha dicho permanecerá inconcluso, todo cuanto afirma, sucede; todo lo que anuncia, eso manifiesta; todo lo que promete, eso cumple. Contra todo pronostico, Jeremías le creyó a Dios y se dejó usar para anunciar sus poderosos dichos, aunque su vida corriese peligro en el intento; nada lo detuvo, ni aún esa cisterna de barro que tanto impacto me causó. Hoy puedo decidir entre ignorar la voz de Dios y no obedecer como lo hizo Judá, o permanecer fiel a su llamado caminando en sus promesas, como lo hizo el Profeta; y creo que tomaré la opción número dos. No importa cuan cuesta arriba pueda parecer, hacer su voluntad siempre dará mejores resultados que hacer la mía. Además del hecho de simplemente adorarle... ¿Existe algo mejor que adorarle?

    El Salmo N° 78 que leeremos el día de hoy en este alto de adoración semanal, parece ser muy propicio para este tiempo de lectura, y se denomina: Fidelidad de Dios hacia su pueblo infiel; y miren que Dios se mantuvo fiel ante una nación que constantemente le manifestó desobediencia. El castigo de cautividad y destierro para Israel y Judá siempre tuvo fecha de caducidad, porque si de algo podemos estar seguros, es que Dios no deja para siempre caído al justo, y que su ira dura solo un momento, mientras que su fidelidad, es extraordinariamente eterna. Aún permaneciendo los judíos cautivos en Babilonia el Señor prometió cuidarlos, restaurarlos, devolverlos a su tierra y finalmente vengarse de todos sus enemigos. De ese remanente nacería una nueva generación de israelitas, que sería testigo de las gloriosas obras del Señor, de su poder y de sus imponentes maravillas; y esta generación compartiría las enseñanzas de Dios a sus hijos, de modo que cada generación volviera a poner su esperanza en Dios, no olvidara sus gloriosos milagros, y obedeciera sus mandamientos. Esas grandes manifestaciones de amor, que el Señor todopoderoso siempre mantuvo con los israelitas a pesar de su rebeldía, nos ayudan a mantener un corazón agradecido por su inmerecida misericordia, y a recordar que el Dios altísimo es nuestra roca, nuestro redentor. Hoy, al ser testigos una vez más de su poder, y de la forma en la que rescató a su pueblo, podemos mantener la inquebrantable seguridad de que el Dios de Israel, el Santo de Jacob, también está con nosotros. Nosotros también somos suyos... Para siempre. 




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