lunes, 26 de septiembre de 2016

La Biblia en un año #Dia230

     Ezequiel 7-11

    ¿Que se te viene a la mente cuando escuchas: "El fin viene"?, generalmente los cristianos protestantes somos tildados de locos cuando hacemos tal afirmación; sin embargo, aunque muchos decidan no creer y permanecer indiferentes ante los llamados de Dios a una vida santa, ciertamente, el fin viene. Ezequiel debía anunciar también el fin para los israelitas, es decir, la ejecución del juicio de Dios donde ellos fueron lamentablemente declarados: Culpables. Tal y como el Señor había anunciado a través de Jeremías, a los israelitas les había llegado su hora; iban a sufrir las consecuencias de todos sus repugnantes actos y así reconocerían que el Señor, era el Dios de Israel. De las grandes ciudades, y de las muchas riquezas, no quedaría nada; pues desgracia tras desgracia caería sobre toda la nación. Los que se quedaran fuera de la ciudad morirían en el combate; los que se quedaran dentro morirían de hambre y de enfermedad; los que quisieran escapar a las montañas, también morirán por causa de sus pecados. Los judíos echarían a la calle su oro y su plata como si fueran basura, porque la descarga de la ira de Dios sería tan grande que nada podría salvarlos; y ni siquiera todas esas riquezas podrían quitarles el hambre o llenarles el estomago. Entonces se llenarían de angustia, clamarían por paz, pero ya no la habría; el rey estaría de luto, el gobernante estaría deprimido, y todo el pueblo estaría aterrado. Entonces reconocerían quien es el Dios de toda la tierra.

    Cuando ya tenía el profeta Ezequiel seis años viviendo como prisionero en Babilonia, el Señor le mostró una visión de las cosas detestables que se cometían en Jerusalén mientras estaba acompañado de los jefes de Judá. El Señor le hizo sentir su poder y fue levantado por los aires por una fuerza que lo llevó hasta Jerusalén, al lugar donde habían colocado un ídolo, y donde también se encontraba el Dios de Israel en todo su esplendor, quien al ver aquel ídolo, se puso celoso y se enojó. De ese modo fue la presencia de Dios mostrándole a Ezequiel todos los lugares en los cuales los israelitas se habían mantenido adorando a dioses falsos, aún en los lugares escondidos del Templo tenían paredes cubiertas con grabados de toda clase de reptiles y criaturas detestables, donde los mismos sacerdotes quemaban incienso a los ídolos. A los israelitas no les importó despertar la ira de Dios y burlarse de Él con pecados tan abominables, por eso, todos los idólatras serían destruidos. El Señor le dijo a Ezequiel que pusiera una marca en la frente de todos los que realmente estuviesen tristes por las acciones tan repugnantes que se cometían en la ciudad, pero todos los demás iban a ser asesinados sin compasión. Cuando Ezequiel vio todo esto, se arrodilló hasta tocar el suelo con la frente y clamó al Señor diciendo: Ay, Dios nuestro! ¿Tan enojado estás contra Jerusalén, que vas a acabar con los israelitas que aún quedan vivos? Pero el Señor insistía en el castigo. No obstante, Él sería el Santuario para los desterrados que quedasen con vida, y cuando el Señor los reuniera y los llevase de regreso a Israel, ellos mismos quitarían todo rastro de sus imágenes repugnantes y sus ídolos detestables, pues Dios les daría un corazón integro y un Espíritu nuevo. Finalmente la Gloria de Dios abandonó a Jerusalén y su santo Templo, después el Espíritu de Dios llevó a Ezequiel de regreso a Babilonia, y así terminó la visión de su visita a Jerusalén. Luego el profeta relató a los desterrados todo lo que el Señor le había mostrado.


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