viernes, 27 de mayo de 2016

La Biblia en un año #Dia142

    Alto de adoración semanal


    Aunque esta lectura debió haberse hecho unos días antes, no fue así; me he atrasado un poco por diversas razones que no pienso convertir en excusas, la verdad es como todo, si quieres hacer algo debes poner un esfuerzo extra y como dije a principio de año: este reto no será fácil pero nada es imposible. Igual no hay nada de que preocuparse, con la ayuda de Dios y unos pequeños ajustes puedo retomar el ritmo habitual. Después de la hermosa historia de Ester, la Palabra da un giro total para centrarse en la dolorosa historia de Job; un hombre temeroso de Dios que debió enfrentarse a la mas dura de las pruebas. Debo reconocer que leer este Libro me ha traído mis conflictos, hasta ahora llevo sólo 17 capítulos de un total de 42, y la verdad no ha sido tan fácil su comprensión; sobretodo por lo que he leído hasta ahora, que ha sido el largo intercambio de discursos entre Job y sus amigos. Es como si además de reflexionar en el hecho de que Job está siendo sometido a prueba para demostrar su fidelidad a Dios, también tengo que hacerlo en la intervención de sus amigos y en lo que ellos suponen que es la razón de la prueba. No obstante, creo absolutamente por supuesto, que Dios tuvo y tiene un propósito con haber inspirado este y todos los espacios en las Escrituras y ya ha estado hablando a mi vida.

    Hoy me corresponde leer el Salmo N° 49, el cual inequívocamente se titula: la insensatez de confiar en las riquezas; las que ciertamente, así como la vida, son perecederas y pasajeras. Que lo diga Job, que después de haber sido el hombre mas adinerado en toda la región donde vivía, había perdido toda su fortuna. No se puede confiar en los bienes y en la muchedumbre de las riquezas, pues ninguno de ellos pueden redimir ni salvar. Un día todos vamos a morir; los ricos, los pobres, los sabios y los insensatos; esas riquezas en las que invertiste tanto tiempo y esfuerzo para poder tener, serán dejadas a otros. Aún cuando en la tierra crezca tu fortuna y puedas llamar dichosa a tu alma, al morir, nada te llevarás. Solo Dios puede librarte del pecado y de la muerte para que vivas con El cuando esta existencia terrenal acabe; pues el alto valor de la vida eterna, ni con todo el dinero del universo entero lo podrás pagar.


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