domingo, 15 de mayo de 2016

La Biblia en un año #Dia131

 Nehemías 11-13
    Después de que el Templo de adoración a Dios fuese reconstruido y el muro de la ciudad levantado, los jefes de familia se establecieron en Jerusalén, y el resto del pueblo hizo un sorteo para que uno de cada diez habitantes morase también allí en la ciudad santa; las otras nueve partes vivirían en las demás ciudades. En las ciudades de Judá se establecieron algunos miembros de las tribu de Benjamín y Judá; los sacerdotes, los levitas, los sirvientes del templo y los descendientes de los sirvientes de Salomón, cada uno en su respectiva población y propiedad. Cuando llegó el día de consagrar la muralla de Jerusalén, buscaron a los levitas en todos los lugares donde vivían, y los llevaron a Jerusalén para que celebraran la consagración con alegría, alabanzas e himnos, acompañados de platillos, arpas y liras. Para esta dedicación se levantaron dos coros grandes que acompañaban a todas las autoridades de Judá, mientras los Sacerdotes tocaban las trompetas. Aquel día se ofrecieron muchos sacrificios, y el Señor llenó a toda la gente de mucha alegría. Las mujeres y los niños también estuvieron muy contentos, y el regocijo que hubo en Jerusalén se oía desde lejos.

    "Cuando el gato sale de casa..." Nehemías se ausentó de Jerusalén pues debía volver a la corte real del Rey Artajerjes en Babilonia; en este tiempo el Sacerdote Eliasib, quien era el jefe de las bodegas del Templo, permitió que Tobías el amonita viviera allí en una habitación grande donde se guardaban las ofrendas de cereales, el incienso, los utensilios y los diezmos de trigo, vino y aceite, a pesar de que en aquel tiempo se leyó públicamente el Libro de la Ley de Moisés, el cual específicamente señalaba que los amonitas y moabitas no debían jamás pertenecer al pueblo de Dios. Cuando Nehemías volvió a Jerusalén y descubrió esto, se molestó mucho y ordenó que sacaran todos los muebles de Tobías, y mandó a que purificaran el lugar. También reprendió a las autoridades del Templo pues se enteró de que a los ayudantes de los sacerdotes no se les habían dado sus alimentos, por lo que ellos y los cantores habían tenido que irse a sus propios campos. Nehemías tuvo que llamar nuevamente a los ayudantes de los cantores y de los Sacerdotes para volver a colocarlos en sus puestos, y ordenó nuevamente la correcta distribución de los alimentos. 

    Además de todas estas irregularidades, Nehemías también se encontró con que algunos israelitas no estaban guardando el día de reposo, por lo que también fueron reprendidos; y otros  se habían casado con mujeres de países como Asdod, Amón y Moab; a éstos Nehemías los reprendió tan duramente que los maldijo, y a algunos les dio golpes y les arrancó el cabello; además les hizo prometer que no darían sus hijos e hijas en matrimonio con extranjeros y les recordó que ese pecado era el mismo que había cometido Salomón y por el cual había sufrido el juicio de Dios. Nehemías se armó de valor y separó a los israelitas de los extranjeros y de todo lo que tuviera que ver con ellos. Luego organizó los turnos de los sacerdotes y de sus ayudantes, cada uno en su tarea; y también organizó a los que traían la leña, para que lo hicieran en las fechas indicadas, y ordenó la entrega de los primeros frutos. 

    Nehemías nunca dejó de orar a Dios y de pedirle su dirección en todas y cada una de las decisiones que tomaba por el bienestar espiritual de su nación, y se esforzó por hacer cumplir la voluntad del Señor en todo su pueblo; sin embargo, me parece triste ver que estos judíos tenían que ser prácticamente obligados a obedecer a Dios, y que siempre tenían que tener alguien frente a ellos que los emplazara en el cumplimiento de su Palabra; parecía que estando solos no podían mantener su santidad. Me hizo recordar que a veces podemos caer en este error como creyentes, siempre necesitando un líder, un maestro o un Pastor que nos estimule a tener una correcta relación con Dios y una vida espiritual fortalecida, porque realmente por si mismos no tenemos intención de conseguirlo. A este espíritu malo hay que reprenderlo en el nombre del Señor y levantarnos en fe para preservación de nuestra alma. Tener autoridades espirituales y Sacerdotes de Dios que nos dirijan es algo grandioso, ellos nos enseñan, nos corrigen y nos bendicen de múltiples formas; pero nuestra adoración a Dios no depende de ellos, cada hijo de Dios debe de forma individual buscar su presencia y caminar cada día en Espíritu y en verdad, dándole a nuestro Señor esa vida en santidad genuina que El espera y se merece. 













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