jueves, 26 de mayo de 2016

La Biblia en un año #Dia141

    Job 15-17

    En este punto de la lectura, Elifaz vuelve a intervenir y reprendió a Job por la violencia de sus palabras; decía que Job irrespetaba a Dios con su boca pues de él no salía nada bueno. Yo pienso que una persona en la condición de Job tenía permiso de afligirse, y creo que Dios en su misericordia lo entendía así; pero sus amigos consideraban tal reacción como una afrenta al Creador. Elifaz le dijo a Job que no se animaba a recibir el consuelo de Dios, y que su enojo contra El era tal, que no le permitía ver con claridad y que para Dios no había nadie puro e inocente como él había intentado hacerse ver. Elifaz insistía en llamar la atención de Job hablándole acerca de los lamentos de la desobediencia y de las consecuencias que reciben los malvados, pero Job, por su parte, no daba su brazo a torcer respecto de sus afirmaciones, y le dijo que para él era mucho más necesario e importante recibir animo y consuelo que palabras de reproche. 

    Job se sentía arrinconado por sus amigos, condenado y juzgado; esto aunado al hecho de tener que soportar el terrible sufrimiento de encontrarse enfermo y sin familia. Job sentía que Dios lo trataba con desprecio y que lo había hecho objeto de sus ataques sin razón; se sentía destrozado y sin ninguna compasión. Estaba herido y lastimado, angustiado y perseguido, con la cara roja de tanto dolor; y para él, sus amigos, lejos de reconocer su inocencia y creer que su angustia no provenía de actos malvados, solo lo acusaban más y más. Job terminó declarando a Dios como su abogado defensor, diciendo que lo tenía a El en los cielos como testigo de su inocencia; oró al Señor y clamó para recibir su auxilio y su misericordia, su ayuda y soporte; pues a pesar de haber sido abandonado por sus amigos y de no tener a nadie, sabía que el Señor podía defenderlo y liberarlo.

    La verdad, en este punto de la lectura puedo sentirme identificada con ambas partes de la historia. Me compadezco de Job y puedo verme reflejada en su anhelo de obtener una respuesta afirmativa del Señor; pero también me he sentido como sus amigos, aunque sean vistos muchas veces como la parte antagónica de esta historia. Si, si; ya se que sus amigos fueron terriblemente incomprensivos; pero yo misma también me he puesto en la posición de "defender" a Dios frente a alguna situación con una extensiva argumentación bíblica solo con la finalidad de lograr entender su voluntad, o de hacer que otros la entiendan, cuando en realidad Dios no necesita abogados, ¡El es el nuestro! Y muchas veces lo que tienes que decir no es realmente tan importante como tu presencia, tu apoyo y tu oración. No digo que compartir tus palabras a la luz de las Escrituras en un tiempo de dolor no sea eficaz, todo lo contrario, pero sin duda hay que pedir mucha dirección al Espíritu Santo para saber cuando debemos hablar, exhortar y confrontar con la Palabra, y cuando debemos simplemente callar y acompañar. Desde hoy espero en Dios recibir ese discernimiento, pues manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene (Prov. 25:11). Nuestras palabras tienen poder, con ellas podemos dar vida o muerte; y si queremos salvar y no condenar, la prudencia debe ser nuestro principal vestido. Consejo: Quizás no es lo que decimos, sino como lo decimos.




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