lunes, 9 de mayo de 2016

La Biblia en un año #Dia126

    Nehemías 1-2


    Zorobabel y Esdras habían marcado el inicio del retorno de los primeros exiliados hacia Jerusalén; y aunque ya los judíos habían reconstruido el Templo y se habían separado de sus esposas paganas, los muros de Jerusalén todavía estaban en ruinas. En este sentido entra un nuevo personaje a tomar acción por su nación, Nehemías, el copero del Rey de Persia, quien intercede por su pueblo. Cuando Nehemías supo que su nación todavía se encontraba destruida hizo lo que todos deberíamos hacer al tener conocimiento de una situación angustiante o alarmante; estuvo ayunando y orando a Dios. Nehemías reconoció el pecado de su pueblo, incluyéndolo a él y a sus familiares, y le pidió perdón al Señor la forma tan desagradable en  la que su nación se había estado conduciendo; luego le pidió que por favor escuchara su oración y le diera gracia para despertar la simpatía del rey y así lograr que él pudiese ayudar a su nación.

    Un día el rey Artajerjes vio tan triste a Nehemías que le preguntó la causa de su desdicha; Nehemías le contó que su ciudad estaba en ruinas, y el rey le preguntó que podía hacer por él; y lo que Nehemías hizo después de esta pregunta fue lo que más llamó mi atención en este día de lectura: antes de contestar, Nehemías se encomendó a Dios. Nehemías le dijo al rey que si a él le parecía bien, le permitiera ir a Judá para reconstruirla; y el rey lo dejó ir. Nehemías pidió ademas al rey que le diera una orden por escrito para que los gobernadores de las otras naciones pudieran permitirle llegar a Judá sin problemas, y también para que pudiera ser provisto de madera para recubrir las puertas de la ciudadela del Templo, así como para la muralla de la ciudad; y el rey le concedió todo porque Nehemías contaba con la bondadosa ayuda de Dios. ¿Si Dios es por nosotros, quien contra nosotros? No estamos solos, y al enfrentar cualquier tipo de reto, debemos estar seguros de que el Señor es nuestro amparo, nuestra fortaleza y nuestro pronto auxilio en la tribulación.

    Cuando Nehemías volvió a Jerusalén, no le dijo a nadie lo que Dios le había encargado hacer, y dio un recorrido por la ciudad revisando los muros y portones que habían sido destruidos; luego de esta inspección le dijo a los gobernadores, a los Sacerdotes y a los jefes de familia que debían reconstruir la ciudad, los cuales estuvieron de acuerdo y muy animados se prepararon para iniciar la obra. A algunos que se burlaron de sus intenciones, Nehemías les dijo: El Dios de los cielos, El nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos. Esta actitud de Nehemías es una actitud de un hombre de fe, que desde que tuvo conocimiento de la ruina de su nación, ejerció las acciones que todo hijo de Dios debe ejercer frente a las dificultades: oró, ayunó y no desmayó hasta recibir la respuesta de Dios; quien en su tiempo abrió la puerta necesaria para que Nehemías recibiera la respuesta a su oración. Así que amigo, hermano, no te canses; Dios quiere bendecirte. ¡Oremos sin cesar!




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