jueves, 19 de mayo de 2016

La Biblia en un año #Dia137

   Job 1-3

    Hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal... Creo que ya saben a quien me refiero, ¿cierto?. Llegó el día de empezar la historia de un gran hombre de Dios: Job. Conocido universalmente por su fidelidad al Creador y sustentador de su vida, a pesar de las duras pruebas que debe atravesar. Job era un hombre intachable, de absoluta integridad, que tenía temor de Dios y se mantenía apartado del mal. vivía en la tierra de Uz, una ciudad mencionada como parte del reino de Edom. Tenía siete hijos y tres hijas. Poseía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas burras; también tenía muchos sirvientes. En realidad, era la persona más rica de toda aquella región.  

   En una conversación que mantuvieron Dios y Satanás, Satanás retó a Dios argumentando que el amor que Job le profesaba era por causa de sus bendiciones materiales y no porque realmente lo amara; a causa de esto, el Señor concede el permiso al enemigo para que probara la fe de Job con una única restricción: no podía quitarle la vida. De este modo, sus animales fueron robados, sus trabajadores murieron, sus ovejas y sus pastores fueron calcinados; y por último, todos sus hijos murieron victimas de un accidente. Cuando Job supo todo esto se levantó y rasgó su manto, rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró. Luego dijo: desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno. No puede haber momento en el que lea este episodio de la Escritura y no me asombre y me maraville ante una fe tan inquebrantable.

    A pesar de que Job había perdido su familia y había quedado en ruinas, se mantuvo firme en su conducta intachable. No obstante, Satanás volvió a desafiar al Señor diciéndole que mientras una persona no fuese tocada en su propia piel, todo marchaba bien; pero que si que si Job fuese tocado en su propia persona seguro iba a maldecir a Dios en su propia cara. El Señor le dio permiso a Satanás nuevamente de hacer con Job lo que él quisiera siempre y cuando no tocara su vida. Satanás se alejó de la presencia del Señor, y envió sobre Job una sarna maligna en la piel que lo cubrió de pies a cabeza. La alterada esposa de Job al verlo enfermo le dijo que como podía mantener la integridad, que mejor le fuese maldecir a Dios y morirse. Job la exhortó y le dijo que si aceptaban los bienes que Dios les había dado, de igual forma debían aceptar los males. En este tiempo, Job no pecó ni siquiera de palabra.

   Job tenía tres amigos: Elifaz, Bildad, y Sofar. Cuando se enteraron de todas las desgracias que le habían sucedido a su amigo, decidieron ir a consolarlo y acompañarlo en su dolor. Cuando lo vieron, apenas podían reconocerlo, empezaron a gritar y llorar, y llenos de dolor se rasgaron la ropa y lanzaron polvo al aire y sobre sus cabezas. Luego se sentaron en el suelo con él, y durante siete días y siete noches estuvieron allí, sin decir una sola palabra, pues veían que el dolor de Job era muy grande. En ocasiones, ante momentos de tan terrible aflicción, lo que mayormente necesitamos de los amigos, es su presencia, no lo que puedan decir. Admiro la actitud silenciosa y amorosa de estos tres hombres. Finalmente el fiel y valiente Job rompió el silencio y maldijo el día en que había nacido; durante todo el capitulo número tres se observa largamente su desdicha. Job no tenía descanso ni sosiego, no encontraba paz, solo inquietud; se había llenado de amargura y lamento. El sufrimiento lo había inundado. 



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