lunes, 22 de agosto de 2016

La Biblia en un año #Dia208

    Isaías 44-48

    Qué bueno es cuando en medio de un problema difícil, una calamidad, una angustia, alguien te dice: Tranquilo, yo te ayudo; y si es alguien que realmente puede sacarte del aprieto entonces, ¡Listo! Alivio inmediato... Pues eso precisamente le sucedió a Israel, y no solo a ellos, sino que también nos sucede a todos los hijos de Dios día tras día, tras día, tras día; ¡Él es maravillosa e incomparablemente FIEL! Ya el Señor, grande y todopoderoso, había establecido desde mucho antes de que se cumplieran todos los sucesos, que Él mismo había mostrado a través de Isaías, las formas en las que liberaría a su pueblo a través de Ciro, rey de Persia, y como finalmente destruiría a Babilonia por su idolatría. Él declaró que la ciudad de Jerusalén volvería a ser habitada, y las ciudades de Judá volverían a ser reconstruidas y que no estarían más en ruinas. Dios hizo que Ciro llegara a ser rey de Persia, y le permitió dominar a las naciones y dejar desarmados a sus reyes; el Señor le dio tesoros escondidos para que Ciro pudiera reconocer que Él era el único Dios, y que fue Él quien lo llamó por su nombre, y le dio el título de rey para que salvara a Israel. El Señor hizo triunfar a Ciro, y lo ayudó para que  mediante él Jerusalén pudiera ser reconstruida; este rey pondría en libertad a los israelitas que vivían como esclavos en el país de Babilonia, y los liberará sin pedirles nada a cambio.

    Dios en su misericordia, haría triunfar a Israel, los pondría a salvo y les brindaría su honor; más no sucedería así con los babilonios idólatras; pues todos los que fabricaban dioses falsos quedarían en vergüenza, y todos esos ídolos serían desafiados por el único y gran Dios capaz de ofrecer justicia y salvación. Las estatuas en Babilonia serían derrotadas y tiradas al suelo, pues no tendrían poder para salvarse a sí mismas y muchos menos a los que las adoraban. Babilonia ya no iba a llamarse "tierra tierna y delicada", ni iba a poder disfrutar de lujos y privilegios; pues el Dios santo de Israel iba a vengar en ella la aflicción de su pueblo, y en su mano poderosa quedaría totalmente desnuda y destruida. Fue Dios mismo quien en su enojo permitió que lo israelitas fuesen llevados cautivos a esta tierra, pero Babilonia jamás tuvo compasión de ellos, los hizo trabajar y los maltrató con una carga muy pesada; por eso, ahora sería ella quien caería en desgracia y de nada iba a servirle toda su hechicería y brujería, puesto que quedaría devastada y sin hijos, y nadie iba a poder salvarla. El Señor reprendió duramente la infidelidad de Israel, y los hizo padecer por no honrarlo como era debido; no obstante, el Señor tuvo paciencia con ellos, por respeto a sí mismo; los limpió de su maldad y de todo su sufrimiento. La dignidad de Israel iba a ser vengada, y mediante el rey Ciro, Dios haría en Babilonia todo lo que había decidido; con gritos de alegría saldría Israel de este país, con gritos de júbilo celebrarían y anunciarían su victoria y su libertad. Dios, el Salvador y el Santo de Israel, ¡Les devolvería la felicidad!

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