Isaías 31-35
En
momentos de un aprieto o de una necesidad, podemos muy fácilmente caer en el
error de buscar todas las ayudas posibles en cualquier lugar, menos en el lugar
santísimo que es la presencia de Dios; de ese modo, esperamos que sea otro el
que nos "resuelva" pues quizás creemos que la ayuda de Dios no vendrá
lo suficientemente rápido, o simplemente, que no será suficiente; es así como
muchos creyentes, en medio de la angustia o la calamidad, dejan de esperar en
el Dios todopoderoso, y terminan confiando en la ayuda del hombre. Sin embargo,
un hijo de Dios, con una fe madura, sólida y creciente en el Señor, cree y
aguarda en silencio por la salvación de Jehová, pues sabe que es allí, donde se
encuentra todo su sustento. Ante el juicio inminente de Dios, los israelitas
quisieron depender de la fuerza del ejercito humano y buscaron ayuda en Egipto,
pero olvidaron que los egipcios eran simples seres humanos, y que aún con todos
sus caballos, sus carros de guerra y sus conductores jamás podrían darles la
victoria que solo hubiesen podido conseguir en el Señor, en el Santo de Israel.
Cuando Jehová extiende su mano puede hacer caer tanto al ayudador como al
ayudado, así que, si mantienes tu mirada fija en Él y en su gran poder, podrás
recibir todos sus beneficios directamente y sin necesidad de ningún tipo de
intermediarios. No busques ayuda o auxilio en los que hacen iniquidad, antes
bien, aguarda en tu Padre celestial, quien sabe de qué cosas tienes necesidad
incluso antes de que se las pidas, Él te salvará.
El
Señor era, es y será el único indicado para traer salvación al mundo, tanto de
la muerte, del pecado y de la condenación eterna, como de cualquier otra
eventualidad, circunstancia o situación transitoria de la vida, porque si, todo
es transitorio en esta vida, no lo olvides; como las aves que vuelan en el
cielo, así amparó Dios a Jerusalén, salvando, librando y preservando, y así
mismo, sigue siendo gran amparo hasta nuestros días. Él es un rey justo, y el
efecto de la justicia en la vida de los hijos de Dios es paz, habitaciones
seguras y recreos de reposo; tu puedes estar absolutamente seguro de que el
Señor siempre tendrá misericordia de ti, y será tu salvación en tiempos de
tribulación, pero espera en Él, si, permanece en su voluntad, y haz del temor a
su nombre, tu más grande tesoro. El enemigo huye ante el gran estruendo de su
voz, son esparcidos todos cuantos lo aborrecen cuando Él se levanta; ¿Cómo vas
a pensar tu que no tienes quien te defienda? Quien haga resplandecer tu
justicia como la luz y tu derecho como el mediodía, eso sí, tu justicia; el que
camina en fe y habla lo recto, el que aborrece las ganancias violentas, el que
sacude sus manos para no recibir cohecho, el que tapa sus oídos para no oír
propuestas sanguinarias; el que cierra sus ojos para no ver cosa
mala; éste es el que habitará en las alturas; fortaleza de rocas será su
lugar de refugio; se le dará su pan, y sus aguas serán seguras; los ojos de los
justos verán al Rey en su hermosura. Jehová es nuestro juez, Jehová es
nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; y él mismo nos salvará.
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