jueves, 4 de agosto de 2016

La Biblia en un año #Dia191

    Proverbios 30-31    

    Agur, el escritor del proverbio N° 30, declaró no tener sabiduría, ni entendimiento del Santo Dios, sin embargo, sus palabras, para mi, denotan bastante conocimiento de lo más fundamental: La grandeza y el poder de Dios, y del comportamiento humano. Agur manifestó que nadie es ni será como Dios, pues, ¿Quién más puede encerrar los vientos en su puño? ¿Quien ató las aguas y afirmó todos los términos de la tierra? Es así, el Santo y todopoderoso de Israel, UNO solo es. Además, este profeta, dijo unas palabras demasiado sensatas acerca de su posición en la tierra: mantenme alejado de la mentira y no me hagas ni pobre ni rico; porque si llego a ser rico quizás me olvide de ti, y si llegara a ser pobre hasta me atreva a negarte. Agur sabía que que el que ama el dinero, siempre quiere más, y que nunca está satisfecho; también que el que desobedece y desprecia la corrección de sus padres va camino a la destrucción; y que el que busca pleitos, pleitos tendrá; así que, no lo creo tan ignorante después de todo, el que reflexiona en las palabras de Dios, siempre terminará siendo sensato y entendido. 

    El gran proverbios 31... Dedicado a todas esas joyas y perlas de la creación, por supuesto, la mujer, y créanme que no hay un ápice de feminismo en estas letras, sólo escribo lo declarado en las Escrituras; pero, para todas esas bellas, piadosas, y sabias mujeres de Dios que me leen, tengo una noticia: Ser una mujer virtuosa no es algo que recibes, es algo que das; así que convertirte en esta gran mujer ejemplar es todo un compromiso. La gran pregunta: ¿Quien la hallará? Quizás deja ver que encontrar una mujer como esta, no es tan común como quisiéramos creer; este tipo de mujer extraordinaria, cuyo estima sobrepasa a los tesoros más valiosos, no puede verse fácilmente, y sólo crece en el terreno fértil de la sujeción, la obediencia, la santidad y el temor a Dios. La mujer llena de virtudes, le ofrece a su marido bien y no mal durante todos los días de su vida, con voluntad trabaja con sus manos, se levanta de noche y cuida de su familia; es una mujer de carácter, mantiene su dignidad y enfrenta confiada el futuro; siempre habla con sabiduría, y enseña a sus hijos con amor; vive pendiente de su casa, y cuando come pan es porque se lo ha ganado; sus hijos la felicitan, su esposo la alaba y dice: Mujeres buenas hay muchas, pero tu las superas a todas. Cuando una mujer teme a Dios, es verdaderamente alabada, y todos en su entorno ven el fruto de sus buenas acciones. Entonces, mujeres, amadas, siervas fieles; más que ufanarnos al leer estas letras, asumamos el compromiso de convertirnos realmente en esas piedras preciosas admiradas, reconocidas, de valor incalculable, altamente apreciadas y majestuosas; pues eso, no solo nos dará honra a nosotras mismas, sino que permitirá que el gran nombre del Dios que decidimos amar y servir, sea exaltado y glorificado. A los hombres sólo les digo una cosa: Esfuércense, porque Dios nos da sus joyas a quien no sea capaz de cuidarlas, valorarlas y ¿Por que no? Exhibirlas. 


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