Isaías 17-20
Muchas eran las
naciones envanecidas en contra del conocimiento de Dios, por esta razón, las
profecías de Isaías sobre ellas continúan, en esta oportunidad les toca el
turno a Damasco, Etiopia y Egipto, los enemigos de Judá. La ciudad de Damasco dejaría de existir; quedaría hecha un montón de ruinas, y sería abandonada para siempre. Todo
el reino de Siria dejaría de existir, y cuando eso sucediese, también el gran
pueblo de Israel se quedaría sin fuerzas y perderá todas sus
riquezas; Israel sería
arrasada, quedaría como un campo de trigo después de la
cosecha. Ese día marcaría el fin de toda idolatría, los israelitas se
arrepentirían y volverían a confiar en su creador, el Dios santo de Israel; no volverían
a ofrecer sacrificios al dios Baal, ni a adorar a las estatuas de la diosa
Astarté, las cuales hicieron con sus propias manos. Las naciones que robaron a
Israel, y lo dejaron en la ruina, pronto serían como la paja que se lleva el
viento, y como la hierba que es arrastrada por el huracán.
En Etiopía todo quedaría abandonado en las montañas a las
aves de rapiña y a los animales salvajes, y en Egipto todos sus habitantes
pelearían unos contra otros y serían puestos bajo el dominio de un rey muy cruel;
el agua del Nilo se agotaría, el río quedaría completamente seco, los canales despedirían mal olor. Las
corrientes de agua de Egipto irían disminuyendo hasta secarse; los
consejeros más sabios de Egipto iban a ser confundidos y llevarían a la nación
por muy mal camino. El Señor se daría a conocer a los egipcios, y ellos
reconocerían al Señor, le harían culto y le ofrecerían sacrificios y ofrendas;
harían promesas a Dios y las cumplirían. El Señor iba a herir a Egipto,
pero después lo sanaría; ellos se volverían al Señor, y él se compadecerá de
ellos y los sanaría. Los egipcios y los asirios adorarían juntos al Señor, en ese día Israel se colocaría a la par con
Egipto y Asiria, y será una bendición en medio de la tierra. El Señor todopoderoso los bendeciría,
diciendo: Yo bendigo a Egipto, mi pueblo, a Asiria, obra de mis manos, y a
Israel, mi propiedad. Finalmente el rey de
Asiria se llevaría prisioneros a los egipcios y a los etíopes, entonces
los filisteos se llenarían de pánico, porque contaban con el poder de Etiopía y
hacían alarde de los aliados que tenían en Egipto, y de este modo, no tendrían
quien los salvase.
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