martes, 28 de junio de 2016

La Biblia en un año #Dia168

    Salmos 78-83


   En el pasado, los israelitas habían sido muy rebeldes, se olvidaron de las obras de Dios y de todas las maravillas que Él les había mostrado. El Señor hizo proezas para los israelitas en la tierra de Egipto; dividió el mar y los hizo pasar, los guió de día con nube y de noche con resplandor de fuego, hizo que las mismas piedras les diesen agua en el desierto, comían hasta ser saciados y aún así, no dieron ningún crédito a sus maravillas. Ellos buscaban a Dios sólo cuando necesitaban ayuda, pero nunca se mantuvieron fieles a su pacto. Asaf compartió este testimonio acerca de la pasada generación de hebreos, con el propósito de que las generaciones futuras pudieran aprender de sus errores y pudieran guardar los mandamientos del Señor que sus padres habían decidido rechazar y desobedecer. Erróneamente se cree que "nadie escarmienta en cabeza ajena", con el fin de asegurar que sino vives algo por ti mismo, nunca tendrás el aprendizaje necesario para superarlo; yo estoy en total desacuerdo con esta hipótesis, gracias a Dios, a su Espíritu Santo y a su Palabra, recibimos sabiduría necesaria para poder aprender de los errores de nuestros antepasados o de nuestro entorno inmediato, para así no tener que repetirlos; Asaf creía que todas las generaciones por venir podían construir su conocimiento desde los acontecimientos pasados y así no ser como los hijos rebeldes y desobedientes, sino, mantenerse fieles a Dios y darle alabanzas por todas sus grandes maravillas. Ningún padre quiere que sus hijos sea el reflejo de sus fallas, antes bien, desea que aprendan de ellas para que puedan ser librados de cometerlas. 


    El pueblo de Israel rechazó al Señor, caminaron en sus propios consejos y en la dureza de su corazón; pero una cosa es cierta, a pesar de las constantes ofensas de este pueblo, el Señor seguía amándolos con todo su corazón; Él no puede desechar la obra de sus manos, y nuestras debilidades y las formas en las que hemos sido corregidos por Él, nos permiten aprender y mejorar nuestra conducta para poder mantenernos fieles. Podemos ser restaurados, podemos ser salvos, podemos ser limpiados, Él puede hacer brillar su rostro sobre nosotros. Él es el Dios de nuestra salvación y seguros podemos estar de algo: El perdona nuestros pecados por amor a su nombre. ¡A su nombre! Somos suyos; pueblo suyo, y ovejas de su prado; y Él sencillamente no puede negarse a sí mismo. Es tanto su amor por nosotros, que aún sin nada merecer, se hizo carne para morir en nuestro lugar. Nuestras afrentas son limpiadas, y siempre podremos restaurar nuestra comunión con Él. Saben que es lo mejor de su fidelidad: QUE NUNCA SE TERMINA. En este punto de la lectura me siento: Agradecida. 


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