jueves, 2 de junio de 2016

La Biblia en un año #Dia147

    Job 29-31

    Muchas son las veces en las que escuchamos o decimos: todo tiempo pasado fue mejor, o: recordar es volver a vivir. En ocasiones caemos en esta especie de nostalgia, y es cuando comenzamos a añorar un momento, un acontecimiento o una situación que ya pasó. Yo soy de las que piensa que crear recuerdos es algo muy bueno, pero vivir de ellos es algo muy malo; vivir de glorias pasadas no te permite crear las nuevas. No obstante, en esta oportunidad en la que Job reanuda su discurso, decide recordar su felicidad anterior, y esto es algo que no puedo juzgar; después de todo, tenía bastante razones para añorar sus días de alegría; aquellos días en los que Dios lo cuidaba e iluminaba el camino delante de él para hacerlo caminar seguro en la oscuridad. Cuando estaba en la flor de la vida, la amistad con Dios se sentía en su hogar; tiempo en el cual el todopoderoso estaba con Job y sus hijos lo rodeaban. Todos guardaban silencio delante de Job y aún las autoridades le mostraban respeto, sus palabras eran atentamente escuchadas y sus consejos eran anhelados; Job se sentía como un Rey en medio de sus tropas.

    Luego de meditar en esto, Job habló de su angustia en tiempo presente; mientras lo leo puedo hasta imaginarme a un Job con un cambio de semblante. Yo soy una persona en extremo visual, y casi puedo ver como quizás mientras hablaba de su pasado feliz se iluminaban sus ojos, y como ese brillo podía extinguirse al verse en su condición actual. Job, el antes respetado y admirado, ahora se sentía humillado y burlado; su prosperidad se había desvanecido como una nube, la vida se le escapaba y la tristeza lo perseguía. Job clamaba al Señor pero aún permanecía sin respuesta, por eso cada día se encontraba mas atribulado e inquieto; atormentado en los días de su sufrimiento. 

    Job una vez mas declaró su inocencia, insistió en que no había mentido ni engañado; que se había mantenido en el camino del Señor siendo integro de corazón. Nunca fue injusto con sus siervos, ni codició mujer ajena; no se rehusó a ayudar al pobre, ni a la viuda, ni al huérfano. Siempre ayudó a los necesitados y nunca puso su confianza en el dinero ni en sus riquezas; jamás adoró otros dioses o se alegró en las calamidades de sus enemigos. Job mantenía firme su posición de poder presentarse delante de Dios pues no había cometido ningún delito en su contra; y afirmaba que nadie que tuviese algo que temer, se presentaría ante el Señor con esa seguridad. En esto si estoy muy de acuerdo con él; el que no la debe, no la teme. Cuando Job terminó de hablar, sus tres amigos no quisieron responderle más. ¡Esto me dejó sin palabras hasta a mi! No se si finalmente se quedaron sin argumentos o entendieron que no moverían a Job de su posición. 




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