Salmos 1-6
Después de 42 largos,
extenuantes, y edificantes capítulos del libro de Job, llegó la
hora de estudiar el libro de la Biblia más conocido universalmente por
creyentes y no creyentes: Los Salmos; el himnario de los israelitas. Este
libro, señalado como un conjunto de poesía religiosa hebrea, abarca
un periodo de unos mil años de la riqueza histórica de Israel, desde
la época de Moisés hasta el retorno del exilio en Babilonia; tiene 7
autores diferentes, entre los cuales, David es el más predominante; por cierto,
mis Salmos favoritos son los suyos. David tenía una forma tan hermosa y
particular para hablar de Dios que siempre he admirado; sin duda, estas
palabras solo brotan de un corazón enamorado. Creo que, para
los músicos y Ministros de Alabanza, después de Jesucristo, David y
estos otros salmistas, son el máximo ejemplo a seguir.
Hoy
leeremos los primeros 6 capítulos del Libro, dando inicio con la
gloriosa doble porción de felicidad y satisfacción de las cuales son
acreedores los hombres que temen a Dios. Quizás estas virtudes
son difíciles de conseguir por muchos, pero cuando descansamos en
la presencia de Dios y hacemos de su Palabra nuestro deleite, podemos
encontrar el verdadero sentido y gozo de nuestras vidas. Entonces, seremos como
árboles plantados junto a corrientes de agua, que dan su fruto a tiempo y cuya
hoja no cae; y todo lo que hagamos prosperará. Si aún no has probado este
principio, te invito a hacerlo, te aseguro que no te arrepentirás. Dios bendice
a todos los que en El confían; y toda nación que le adora con reverencia y
alegría es favorecida. ¡Como anhelo esta realidad para mi hermoso país! Por eso
le creo a Él con todo mí ser. Él es escudo alrededor nuestro; nuestra Gloria y
el que levanta nuestras cabezas (amo este versículo); aunque muchos sean
los que digan que no hay salvación en Dios y se levanten en nuestra
contra, con voz poderosa podemos clamar a Dios y estar seguros de que nos
responde desde su monte santo. La salvación es de Jehová, y sobre su pueblo es
su bendición.
El
Señor ha escogido al piadoso para sí, y oirá cuando a El clamare; ¿Quién puede
mostrarnos el bien? Jehová, quien alza sobre nosotros la luz de su rostro.
Pueden permanecer alegres todos los que en El confían, dar voces de júbilo para
siempre; porque Dios los defiende, y se regocijan en su presencia los que aman
su nombre. ¡Aleluya! El, no es un Dios que se complace en la maldad, al
contrario, bendice al justo y como escudo lo rodea con su favor. Nuestro Dios
nos muestra misericordia en tiempo de prueba cuando a El clamamos; en medio de
la enfermedad, o cuando nuestra alma está turbada ÉL nos brinda su compasión y
escucha nuestros ruegos. Por su gran amor nos salva y nos restaura. Cuantos
deseos en los corazones de los salmistas fueron expresados en estas alabanzas,
y cuantos podemos hoy expresar nosotros partiendo de este compendio de
adoración excepcional.
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