viernes, 3 de junio de 2016

La Biblia en un año #Dia148

    Job 32-34

    Después que Job declaró una vez más su inocencia, sus tres amigos decidieron guardar silencio; pero, un cuarto personaje entra en escena: un joven llamado Elihú; quien se enojó mucho con Job porque insistía en que era inocente, y que Dios era injusto con él. También se enojó con los tres amigos porque habían condenado a Job sin demostrar que era culpable. Elihú había querido tomar la palabra antes, pero no lo había hecho porque Job y sus amigos eran mayores que él y le parecía que era mejor que ellos demostraran su sabiduría; sin embargo, después de la participación de Bildad, Zofar y Elifaz, entendió que no son los muchos años los que dan sabiduría, sino el Espíritu de Dios. 

    Elihú dijo haber esta atento a todas y cada una de las palabras los tres amigos de Job, pero les dijo que ninguno había sabido responderle; por eso ahora, él sería el encargado de hablar. Frente a la declarada inocencia de culpa por parte de Job, Elihú le dijo que para ser verdaderamente libres era necesario reconocer el haber pecado y el haber seguido la perversión; (realmente este personaje no dijo nada nuevo). De acuerdo a Elihú, el hombre pecador podía recibir el favor de Dios para ser salvo de la muerte a través del arrepentimiento; estamos de acuerdo en ello, solo que, como ya todos sabemos, el caso de Job no se trataba de un "hombre pecador"; así que todas estas personas simplemente estaban tratando de descifrar lo que desconocían. La verdad es que todos estos hombres estaban rompiéndose la cabeza tratando de comprender que era lo que estaba pasando, o mejor dicho, por qué estaba pasando. Muchas veces he escuchado que a Dios no se le entiende, se le cree; pero leer esta historia te hace apreciarlo de una forma mucho más significativa.

    Elihú ofreció un segundo discurso, esta vez orientado un poco más hacia los tres amigos de Job y no hacia éste; quería que todos juntos pudieran examinar el caso de Job y decidir lo que era mejor. ¿Podían hacer tal cosa? evidentemente no, pero su razonamiento les hizo creer que si. Job alegó nuevamente: soy inocente; pero Elihú afirmaba que era inconcebible que Dios hiciera algo mal, o que cometiera injusticias pues pagaba al hombre según sus obras. Entonces, según Elihú, como podía Job condenar los designios de Dios, como podía pensar que Dios estaba "equivocado". Es evidente que los errores en los que ambas partes incurrían frente a este hecho, era de desconocimiento. Al no tener las pruebas suficientes que demostraran porque Dios hacía tal cosa, era natural hacer este tipo de suposiciones no concretas. Porque precisamente, ¡necesitaban cerrar los ojos para poder ver! Este caso no podía ser evaluado de forma material, sino espiritual; y este es el fallo en el que me atrevo a decir, que todos incurrieron. Cada uno se creyó sabio en su propia prudencia, dándole origen a un vestigio de religiosidad que imposibilitaba el poder descansar en la voluntad del Creador. 

    Según Elihú, el hombre malvado era castigado por su maldad, no había lugares oscuros ni sombras profundas que pudiesen esconder a los malhechores; pero Job insistía en que no había tal maldad para que él fuese castigado; ¿entonces que ocurría? ¿Qué debían hacer estos hombres para poder obtener una respuesta? Simple, pero complicado a la vez, creerle a Dios. Sin tantos argumentos, razonamientos y debates. CREERLE A DIOS. De acuerdo a los expuesto por Elihú, Job debía ser examinado pues había estado respondiendo como un malvado y a su pecado había añadido rebeldía; se había burlado de sus amigos y se había excedido en sus palabras contra el Señor. Estas aseveraciones sencillamente parecían no terminar. 


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