sábado, 4 de junio de 2016

La Biblia en un año #Dia149

    Alto de Adoración Semanal...


    Son muchas las oportunidades en las que nos hemos mantenido ávidos por una respuesta de Dios; me atrevería a asegurar que todos los días estamos deseosos de que El nos hable o se manifieste de alguna manera en nuestras vidas; al menos se, que yo si tengo ese deseo. La gran pregunta de Job: ¿Por qué? ¿Por qué Dios permitió esa situación en su vida? ¿Por qué lo hacia pasar por tan terrible angustia? Seguramente todos, aunque no hayamos estado en una situación similar de aflicción como la de Job, también nos enfrentamos a muchos porqués; y mientras estamos en la "sala de espera", aguardando la esperanza bienaventurada de Dios, son muchas las cosas que pueden suceder. ¿Seremos totalmente fieles y dependientes del Señor mientras estamos sin repuesta? ¿O es más fácil dejar de creer? Naturalmente como dije en la lectura de ayer, lo más sencillo es la opción número dos: dejar de creer. Por esta razón, el andar del hijo de Dios no debe ser natural, sino sobrenatural. Si hoy estás esperando por el cumplimiento de la visión de Dios en tu vida, y sientes que se demora en llegar; espera con paciencia, porque sin duda sucederá. (Habacuc 2:3).

    Ademas de seguir reflexionando en toda esta dura pero aleccionadora historia, me corresponde leer el día de hoy el Salmo N° 50: Dios juzgará al mundo. Un día, en una especie de corte celestial, Dios mismo juzgará tanto a santos como a malvados por sus respectivas conductas. El está interesado en ver nuestra adoración; no las cosas que hemos estado haciendo, sino por qué las hemos estado haciendo, el verdadero sentido de nuestras vidas. Podríamos estar asistiendo a una Iglesia, ofreciendo a Dios nuestro servicio en alguna área, ofrendando para sostener alguna obra o Ministerio y manteniendo una conducta aceptable delante de El y el mundo; pero el Señor anhela algo más que una obediencia mecánica y aprendida, desea la dedicación de nuestras vidas en gratitud y alabanza genuina. El mismo Dios ofrece ponerse como testigo para dar testimonio de nosotros cuando le brindamos este tipo de adoración y no solo grosura de carneros, o religiosidad socialmente aceptada. El Señor se deleita en nuestro servicio, después de todo somos salvos para buenas obras; pero como decía un buen y sabio Pastor, de una Iglesia hermosa donde me congregué por un tiempo, mientras estudiaba en la universidad: Que la obra, no te quite al Señor de la obra. Nuestra mejor ofrenda es nuestra obediencia y santidad, una vida rendida delante de los pies de Jesús. 


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