domingo, 5 de junio de 2016

La Biblia en un año #Dia151

    Job 38-39


    ¡Finalmente! Lo que todos esperábamos: Dios responde a Job desde un torbellino. El Señor decide desafiar a Job pues éste había estado poniendo en duda su sabiduría con su ignorancia; hizo Dios a Job suficientes preguntas respecto a la creación del universo y a su sustento como para hacerlo callar frente a su poderío y majestad. Yo lo veo así: Hablo quien podía hacerlo. El Señor emplazó a Job declarando lo que sólo El puede hacer; entonces, ¿quien era Job para pedirle explicaciones? ¿Quienes somos nosotros para hacerlo? El, quien hizo los cimientos de la tierra, quien contuvo el mar dentro de sus limites y lo viste de nubes; quien ordena que aparezca la mañana y causa que el amanecer se levante, quien grita a las nubes y hace que la lluvia aparezca; quien hace aparecer el relámpago para que caiga hacia donde El lo dirija. ¿Alguno de nosotros hemos hecho que la luz del día se extienda hasta los confines de la tierra? ¿Hemos podido poner fin a la oscuridad de la noche? ¿Conocemos el hogar del viento? ¿Podemos de alguna forma dirigir las constelaciones a través de las estaciones del año? Nuestra experiencia carece de sentido y sustento frente a la gran majestad y omnipotencia de Dios; no somos nosotros los que debemos probar sus obras y sus propósitos, es el quien prueba los nuestros.

    El Señor continuó desafiando a Job, haciendo gala de su gran conocimiento y fuerza sobrenatural, el Creador del mundo y todo lo que en el habita; el Señor del cielo y la tierra. Yo creo que si el Señor me hubiese dicho al menos una cuarta parte de todo lo que le dijo a Job también me habría dejado sin palabras. Y es que si a uno no lo desarma Dios, ¿Entonces quien? Job obtuvo la audiencia que tanto pidió al Señor para presentar su inocencia, pero cuando fue El quien empezó a hablar, poco a poco fueron quedando esclarecidas todas sus lagunas al ver lo que era delante del grandisimo Señor: nada. Lo que ninguno de nosotros tampoco debemos olvidar... No podemos permitir que puedan crearse petulancias o presunciones en nuestro ser por haber sido hechos aceptos delante de la presencia de Dios, esto es algo que solo podemos con humildad agradecer. La grandeza es suya, no nuestra. 



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