lunes, 27 de junio de 2016

La Biblia en un año #Dia167

    Salmos 73-77


    En los siguientes capítulos, escritos por el salmista Asaf, él estaba un poco afligido y angustiado por el bienestar inmerecido de los practicantes de la maldad, y por el orgullo y la vanagloria de aquellos que llegan a sentirse hasta superiores a Dios, y a que a pesar de eso, logran conseguir sus propósitos. Sentir envidia de la prosperidad de aquellos que no agradan a Dios es un error en el que muy fácilmente podemos caer como seres humanos; a éstos, al parecer nada les duele, no pasan trabajo, están llenos de salud y nada les preocupa, no sufren como los demás y se adornan con orgullo y exhiben su violencia; con sus palabras ofenden a Dios y a todo el mundo, y aún así, cada vez se vuelven más ricos. ¿Que cosas no? Muchos creen entonces que de nada sirve hacer el bien o tener un comportamiento agradable delante de Dios cuando de igual forma los malos siguen prosperando; y este pensamiento es mucho más recurrente en las mentes de los hijos de Dios de lo que podríamos imaginar. No obstante, el salmista declara haber ido a la presencia de Dios y allí haber entendido cual es el destino de los malvados: ellos van a su propia desgracia, y en un abrir y cerrar de ojos terminan por ser destruidos. Muchos pueden errar de esta forma, sintiendo tristeza o amargura al ver el bienestar primario que estas personas pueden alcanzar; pero a pesar de eso, Dios es fiel y su poder nos mantiene con vida, nos recuerda que teniéndolo a Él nada necesitamos en este mundo. Los que se apartan de Dios acabarán por ser destruidos, los que no le sean fieles acabarán perdiendo la vida; pero el que permanece cercano a Él encuentra su cuidado y su protección.

    Los orgullosos no deberían creerse tan importantes, y los malvados no deberían presumir de su poder ni sentirse tan superiores; porque Dios, que es el único y soberano Juez, a unos les quita el poder y a otros se los da. Cada quien obtendrá el fruto de lo que siembre, y el Señor en su momento acabará con el poder de los malvados y aumentará el poder de los justos. Delante del poder y el furor de Dios temen todas las naciones; la tierra tiembla y permanece en silencio delante de su presencia. Él quiebra el orgullo de los príncipes, y juzga a quienes hacen lo malo y ofenden su nombre. Cuando de pronto decaiga tu semblante como el de Asaf, frente a las injusticias de este mundo y de los que lo habitan, más te vale recordar todas las grandes maravillas del Señor y tomar aliento en sus obras majestuosas así como lo hizo el salmista. No hay Dios tan grande como Él, todo lo que hace es perfecto; Él es el Dios que hace milagros, que muestra su poder entre los pueblos. ¡Dios es el vencedor! Y si el vence, ¡Nosotros también venceremos!


No hay comentarios:

Publicar un comentario