lunes, 20 de junio de 2016

La Biblia en un año #Dia160

    Salmos 37-41


    La gran pregunta que rebota en la mente de la mayoría de creyentes y no creyentes: ¿Por qué prosperan los que hacen el mal? Yo creo que en muchas oportunidades cuando somos testigos de las grandes retribuciones que obtienen personas que constantemente ofenden a Dios, nos sentimos bastante incómodos; queramos o no. Pero, ¿Acaso anhelamos de alguna manera poder tener esas retribuciones producto de la desobediencia? Repito, quizás muchos, por no decir todos, hemos reflexionado en este hecho típico. David con seguridad nos dice cuál debe ser nuestra actitud frente a estos casos: No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Confía en Jehová, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad. Entonces, el sabio Salmista nos anima a no alterarnos con motivo del que prospera en su camino haciendo maldades; antes bien, nos invita a hacer del Señor nuestro deleite y Él concederá las peticiones de nuestro corazón. Quizás no sea una formula fácil de practicar, pero sin duda, nos llenará de innumerables beneficios. Dentro de poco no habrá malvados; podrás buscar y rebuscar, pero no encontrarás uno solo pues éstos serán destruidos; en cambio, la gente humilde recibirá la tierra prometida y disfrutará de mucha paz. Recuerda: Mejor es lo poco del justo, que las riquezas de muchos pecadores.
    
    David se llenaba de angustia al momento de cometer alguna falta en contra de Dios, y se quebrantaba profundamente cuando lo ofendía; ciertamente ningún hijo de Dios puede sentirse bien con el pecado, ni cometiéndolo, ni coqueteando con él, ni alegrándose cuando otros lo cometen. El Espíritu Santo constantemente está redarguyendo nuestro ser y mostrándonos todo aquello que no agrada a Dios; así que, si al igual que David clamas día a día, para ser perdonado y limpiado de toda maldad, vas por buen camino. El Señor perdona todas nuestras iniquidades y nos limpia de todas nuestras transgresiones, nos libra de la muerte y nos pone en un lugar seguro; gracias a este liberación divina podemos cantarle alabanzas con nueva canción. Cuando las personas a nuestro alrededor observan esto, se sienten movidos a confiar en Él. En nuestro pecado, Él nos perdona; en nuestra aflicción, Él nos restaura; en nuestro dolor, Él nos libera; y en nuestra enfermedad, Él nos sana. El Señor nos protege y preserva nuestras vidas, nos lleva a su presencia y será así para siempre.





No hay comentarios:

Publicar un comentario