lunes, 20 de junio de 2016

La Biblia en un año #Dia161

    Salmos 42-49

    Todos los hijos de Dios nos hemos enfrentado a esos días duros y de tristeza profunda, los que sólo quisiéramos recordar para testificar como Dios nos sacó de allí; días en los cuales, al igual que lo reseña el Salmista, han sido nuestras lágrimas nuestro pan de día y de noche; cuando hemos estado tan abatidos, tan atribulados, tan desesperados... Si, lo recuerdo bien. Entonces viene Dios, como el agua para calmar la sed, y recibimos su amor inagotable; podemos levantar a Él nuestro clamor y entonar a Él nuestro canto. Somos llenos de paz, y, aunque la situación quizás no cambie, si cambia nuestro lamento frente a ella. Nuestra alma halla reposo en el Señor; Él es nuestra esperanza, nuestro Salvador y nuestro Dios. Los hijos de Coré también tuvieron conocimiento de éstas y aún mas obras maravillosas que Dios había hecho en la vida de los israelitas de cara a la conquista de la muy anhelada tierra prometida; el Señor, con su mano poderosa y con la luz de su presencia le dio la victoria a los hebreos frente a sus enemigos, y por esta razón era alabando de generación en generación. No obstante, también hubo tristeza en esta nueva generación de israelitas, pues al recordar éstas glorias de sus antepasados, lamentaron no estar disfrutando de las mismas bendiciones al tiempo presente. Creo que pensaban (como error de muchos) que todo tiempo pasado fue mejor. 

    Dios es nuestro amparo, nuestra fortaleza; nuestro pronto auxilio en la tribulación. Aunque se traspasen los montes al corazón del mar, no temerá mi corazón. Parece que los hijos de Coré como buenos descendientes sacerdotales también sabían como alabar y glorificar el nombre del Señor. Estas palabras son exageradamente maravillosas; también se presenta como una de mis partes favoritas del libro aunque no fuese escrita por David. No olvidemos nunca que con nosotros está el Dios del universo; él es Dios de nuestras vidas, él es nuestro refugio. Dios es el Rey de toda la tierra, digno de Gloria y honra; quien da a sus hijos las victorias sobre sus enemigos y quien los hace tomar posesión de su territorio prometido. Poderoso es nuestro Dios y merece nuestra alabanza; gracias a su protección podemos vivir confiados y seguros. No temas cuando algunos se levanten en tu contra y se reúnan para hacerte caer, el Señor los llena de miedo y frustra su planes; ¡Él hará que permanezcamos para siempre! La vida tiene un precio muy alto: ningún dinero la puede comprar, mueren los sabios, y mueren los necios; Pero a sus hijos, Dios los librará del poder de la muerte, y los llevará a vivir eternamente con él. 




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