miércoles, 22 de junio de 2016

La Biblia en un año #Dia162

    Salmos 50-54

    Existen dos tipos de personas en el mundo: Aquellos que creen que mediante ofrendas y sacrificios pueden alcanzar a Dios; y aquellos que saben que solo a través de su gracia pueden hacerlo. Dios es un juez completamente justo y los cielos declaran esta justicia; ya recuerdo nuevamente el primer concepto que aprendí cuando empecé mi carrera de Derecho en la Universidad, justicia es: dar a cada quien lo suyo o lo que le corresponde. Ciertamente, tanto aquel que se niega a obedecer a Dios y solo se empeña en repetir sus leyes pero sin desear honrarlo, como aquel que lo adora en verdad y ordena su camino hacia Él, ambos serán juzgados y recibirán lo que merezcan. El Señor no nos juzgará por las ofrendas materiales que presentemos delante de Él, el juzgará cada intención de nuestro corazón y nuestra adoración a su nombre. Siendo Dios el dueño del mundo y de su plenitud, no espera más que ofrendas de gratitud y de fidelidad; algo así como menos religión y mas relación; menos actividad y más intimidad. Solo el llanto de un alma arrepentida y un corazón humillado pueden abrir el camino hacia la reconciliación con Dios; no hay distancia tan grande que Él no sea capaz de cruzar ni hay pecado tan oscuro que Él no pueda perdonar. En ocasiones podemos parecer muy limpios y aceptos por fuera, pero en verdad, estamos profundamente manchados por nuestro pecado, ya que nos hemos negado a ir a aquel que perdona todas nuestras ofensas; y, solo un reconocimiento a tiempo y una confesión oportuna pueden librarnos, lavarnos y limpiarnos.

    El futuro del malvado es trazado por él mismo y por su ensoberbecida rebeldía hacia Dios; éstos de un momento a otro terminan en destrucción y desarraigados de la tierra. Dice le necio en su corazón: No hay Dios; creo que no debe haber necedad más grande que negar su existencia, pero muchos insisten aún en este error tan garrafal. Los que dicen esto son personas corrompidas y todo lo que hacen es detestable; el Señor mira desde los cielo para ver si existe alguno que quiera reconocerlo como Dios, pero justos, no halla ni siquiera uno. Por esta causa fue tan vital y tan necesaria la presencia de un Salvador, a través del cual pudiésemos obtener la justicia de Dios que el mundo desde el principio se encargó de rechazar. El Señor es sustentador y defensor de aquellos que confían y descansan en su presencia; Él nos libra de toda angustia y su nombre por siempre será digno de alabar.  


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