sábado, 30 de julio de 2016

La Biblia en un año #Dia187

    Proverbios 18-21

    Hay un titulo al comienzo de esta lectura en la traducción al lenguaje actual de las Escrituras, que me parece tan, pero tan acertado: Premio o castigo, tu lo decides. Ciertamente todas las formas en las que va a elaborarse nuestro futuro, dependen directamente de las decisiones que tomemos HOY como hijos de Dios, y del deseo de honrarlo o no; aunque leer los proverbios de Salomón sólo pueda tomarnos unos cuantos días, lo cierto es que, cultivar los principios morales y espirituales de la sabiduría de Dios, nos llevan toda una vida. El Señor es como una torre alta, y hacia Él corren los sabios para ponerse a salvo, es allí, a su lado, en dependencia total y absoluta a su Palabra, como podremos tener un andar realmente en victoria; y si por el contrario, decidimos, así como lo dice el titulo de la lectura, ignorarlo, pues recibiremos las merecidas e inevitables consecuencias de nuestra desobediencia. La insensatez del hombre hace torcer su camino, y luego, contra Dios se irrita su corazón; porque el orgulloso, el altivo, el que piensa que no se equivoca, que no puede fallar, y que cada día ofende a todos a su alrededor, muy pronto terminará por envanecerse contra el Señor. 

    Dios dirige nuestras vidas, y mientras más pronto aprendamos a caminar y descansar bajo esa premisa, más éxito tendremos. El enojo, la insensibilidad, las riquezas deshonestas, las palabras que hieren, las borracheras, la pereza espiritual, los pleitos, y todas aquellas manifestaciones del no sabio, son el reflejo de una vida que no se somete a Dios, por tanto, no se somete a nada. El Señor trabaja en los corazones de sus hijos para hacerlos entender que el carácter del discípulo debe ser totalmente transformado para su Gloria y honra, y que todo aquello que no le agrade, debe ser limado y finalmente eliminado; por eso, es de sabios aceptar su dirección y acción como nuestro buen alfarero. Nadie puede decir que sus pensamientos son totalmente buenos, o que su corazón está libre de pecado; entonces, ¿Que sentido tendría la salvación? Cuando estamos envanecidos en una falsa adoración, llenos de prepotencia, altivez y orgullo, no dejamos que Dios nos convierta en lo que Él realmente quiere que seamos, y el orgullo en nosotros mismos, en nuestros dones, talentos o posesiones, simplemente nos traerán destrucción; mientras que, el reconocimiento de nuestras debilidades, carencias e insuficiencias, nos traen honor; pues, en un espíritu humilde, Él siempre pone lo que falta. En las manos de Dios nuestros planes son como un río, toman el curso que Él quiere darles, y aunque tu creas estar haciendo lo mejor, sólo Dios puede juzgar tus intenciones; por eso, más que recibir ofrendas y sacrificios, el Señor prefiere una vida justa, recta, y obediente a sus principios. 

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