miércoles, 20 de julio de 2016

La Biblia en un año #Dia181

    Salmos 140-145

    Nuestro Dios nos ha dotado de un arma más poderosa que cualquiera para luchar contra las potestades de las tinieblas, y es nuestra oración; con nuestra voz podemos clamar al Señor y con nuestra súplica recibimos protección contra los que nos persiguen. Como he leído varias durante toda mi experiencia reflexionando en este hermoso himnario, tanto David como el resto de los salmistas, así como el pueblo judío en general, enfrentó la maquinación de males en su contra; la mano de los impíos muchas veces quiso ponerse sobre ellos para hacerlos caer y destruirlos; pero en respuesta a todos estos ataques se ponía de manifiesto ese elemento que satanás, ni ninguno de los que se dejen usar por él, podrán jamás destruir, nuestro clamor a Dios. Una de las Palabras que el Señor me dio cuando inicié este año 2016 fue: pelea; lucha contra el enemigo porque tuya es la victoria. La Biblia señala que la fe es una batalla, una buena batalla, así que como soldados bien armados por Dios, no podemos dejar de luchar. Cada día, cada hora, cada momento. Renuevate, actúa, desafía, levántate, ¡Resplandece! David estaba seguro de algo, y nosotros podemos estarlo también: El Señor escucha la voz de nuestros ruegos, y el toma a su cargo la causa del afligido y el derecho de los necesitados. Él nos guarda, nos protege, y nos LIBERA.

    Nuestra oración debe estar siempre delante de su trono, que nuestro ruego suba delante de Él como incienso, y el don de nuestras manos como ofrenda. Como dicen por aquí (Ya saben que me encantan los refranes), ¡Pide! porque no sabes cuando están por darte. Abre tu boca, alza tu voz, levanta tu ruego y clama a Dios; y que tu oración a Él sea una herramienta que usas continuamente contra aquellos que desean hacerte caer y perecer. Cuando David estuvo en la cueva, huyendo, escondido, frente al peligro de muerte, dijo: Con mi voz clamaré a Jehová, con mi voz pediré a Jehová misericordia; delante de Él expondré mi queja, delante de Él manifestaré mi angustia. ¡Delante de Él! Hermano, amigo, tu ruego, tu súplica, tu desesperación, llévala DELANTE DE ÉL; del único que puede librarte de ella. El salmista sabía que a su alrededor no había quien pudiera salvarlo, no encontraba en nadie refugio, ni quien pudiera cuidar de su vida; entonces clamó a Dios y dijo: Te busco a ti Dios, ¡Porque tu eres mi esperanza! Y mi porción en la tierra de los vivientes. El enemigo persigue nuestras almas, y quiere postrar en tierra nuestras vidas; pero cuando traemos a memoria las obras de Dios y reflexionamos en ellas, nuestra alma sedienta se refresca. Por amor a su nombre Él nos vivificará, y por su justicia sacará nuestra alma de la angustia. Ora, ora, ¡Ora! De día, de noche, en la casa, en el trabajo, cuando andes por el camino; habla con él, expón tu causa, manifiesta tus deseos, entrégale tus necesidades; agradece, pide, intercede; déjate usar, bendice; y defiéndete, porque Dios no te dejó desarmado; y satanás lo sabe muy bien, por eso le teme al hijo de Dios que sabe que puede vencerlo. ¡Hazlo huir!



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