miércoles, 6 de julio de 2016

La Biblia en un año #Dia173

    Alto de adoración semanal...


    Seguimos avanzando en las hermosas melodías de los salmistas, las canciones más poderosas de alabanza y adoración al Dios de los cielos. Toda la Palabra que he leído, la he descubierto de una forma nunca antes vista; cada día el Espíritu Santo me ha mostrado grandes y bellas revelaciones en mi relación con Dios que han ministrado de manera gloriosa mi vida, y los Salmos no han sido la excepción. Admiro esa forma tan elocuente, segura y delicada en la cual los salmistas esbozaban sus experiencias; sé que todos los hijos de Dios nos sentimos identificados con estas letras de una forma especial, como si viviéramos lo mismo que estos escritores, y, aunque quizás las situaciones no sean exactas, sé que el Señor ministra a cada uno según su necesidad. Hoy leeremos nuevamente el Salmo N° 59, compuesto por David cuando Saúl ordenó que lo vigilaran para matarlo; realmente hay que tener una fe extraordinaria para que en un episodio como este, de persecución y angustia, sientas deseos de escribir poemas a Dios. Definitivamente los grandes Ministros de Dios, no lo son por una deficiente disciplina espiritual, sino porque buscaron su rostro aún en las más desafiantes circunstancias.

    Librame de mis enemigos oh Dios, ponme a salvo de los que me persiguen; estas fueron las palabras con las que David comenzó este Salmo, y fueron muy similares a las que le dije al Señor en mi oración de esta mañana. Satanás anda como león rugiente buscando a quien devorar, y se sirve de cualquier herramienta, persona, instrumento, momento o mecanismo para lograr sus planes; él es el devorador, el es maligno; quiere asecharte, lastimarte y destruirte. En el caso de David, durante ese episodio de su vida, Saúl se dejó usar para atormentar fuertemente su vida, y hoy, hay muchos como Saúl que se dejan usar para atormentar la tuya; no obstante, tal y como lo hizo David, debemos armarnos de valor, tomar nuestro escudo de la fe y apagar todos los dardos del maligno. Satanás no es más poderoso que Dios, ni es más poderoso que los creyentes que contra todo pronostico se levantan creyendo en su Palabra y en sus promesas. Dios es nuestro protector, nos ama, nos guarda, y saldrá a nuestro encuentro para que con su ayuda podamos derrotar a todos nuestros enemigos; ÉL destruye todo plan infructuoso de las tinieblas que pueda ser ordenado en nuestra contra. Asi como David debemos reconocer a nuestro Saúl, al enemigo que está buscando hacernos caer; y con una fe poderosa e inquebrantable, hacerlos huir delante de la presencia de nuestro Dios. En este punto de la lectura me siento: Apoderada; con más ganas de vencer a satanás y de conquistar mi tierra prometida.


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