miércoles, 27 de julio de 2016

La Biblia en un año #Dia185

    Proverbios 10-13


    La conducta del hijo de Dios, para mi, el segundo mayor desafío de la vida cristiana, que se deriva directamente del primero: Permanecer consagrados a Dios. Cuando reconocemos a Cristo como nuestro Salvador y Señor viene la implicación de llevar una vida conforme a su Palabra, y esto es, hacer todo lo que Dios quiere que hagas, decir todo lo que Dios quiere que digas, pensar todo lo que Dios quiere que pienses, en fin, ser todo lo que Él quiere que seas. Esto parece ser un reto muy difícil, pero la verdad es que, para cada decisión difícil que debemos tomar, hay un principio divino que puede guiarnos; y sí podemos desarrollar la facultad de llevar una vida en la Gloria de Dios. Si cada día te preguntas como puedes adorar a Dios, vas a ir descubriendo formas muy sencillas en las que puedes hacerlo; con tu forma de hablar, con los sitios a donde vas; en tu relación con tus compañeros de trabajo, tus amigos, tu familia, tu Iglesia; en cada una de las cosas que realizas, de las labores que ejerces, de las decisiones que tomas; pues Dios se ocupa y está interesado hasta en el más mínimo detalle de tu andar con Él, y en cada una de las palabras de Salomón puedes ser orientado y guiado a honrarle en todos tus caminos. 

    Existe un contraste entre el sabio y el necio: El hijo sabio es alegría de su padre, más el necio es tristeza de su madre; los tesoros del malvado no aprovechan en nada, más el justo será librado de muerte; la mano del negligente empobrece, más la mano del diligente, enriquece; el perezoso es hijo de vergüenza, más el trabajador es hombre entendido; hay bendiciones sobre la cabeza del justo, pero la violencia cubre la boca de los impíos; el sabio recibe los mandamientos, más el necio de labios caerá; el que camina en integridad anda confiado, pero para el que pervierte sus caminos será el quebranto; manantial de vida es la boca del justo, pero violencia cubrirá la boca de los impíos; la obra del justo es para vida, más el fruto del impío es el pecado; y así, el temor al Señor alarga los días y prospera, más el insensato no permanecerá. Debemos aprender de forma humilde, que sólo y sólo a través del consejo de nuestro Padre podremos comer el fruto del bien y guardar nuestra alma del mal; y que, aunque en ocasiones y por un poco de tiempo los malvados puedan prosperar en sus caminos, finalmente su impiedad los trastornará; más aquel justo, que tema a los mandamientos de Dios, será recompensado.


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