jueves, 7 de julio de 2016

La Biblia en un año #Dia175

    Salmos 111-118    

    Dios, solo hay UNO, léase bien, UNO. Gloria y hermosura es su nombre, y su justicia permanece para siempre. Desde la creación del genero humano, todos los seres hemos tenido una identidad especial con la presencia de un ser espiritual y superior a nosotros mismos; hemos querido encontrarnos con él, comunicarnos con él, y relacionarnos con él; aún aquellos que insisten en negar su existencia, porque todos los seres humanos hemos sido creados con un vacío en nuestro interior que sólo el mismo Dios puede llenar; y el temor a su nombre es la base de la verdadera sabiduría. Toda persona que le reconoce como Dios y que se deleita en sus mandamientos es realmente afortunado; asegurado está su corazón y su descendencia es poderosa en esta tierra. Sin embargo, muchos se han desviado de este verdadero propósito por el cual fueron creados por ese único y excelso Dios, y han vuelto su mirada a ídolos de plata y oro que tienen ojos pero no ven, y tienen oídos pero no oyen. El mismo pueblo amado de Dios, luego de haber disfrutado de todas sus maravillas, decidió apartarse de la verdadera y genuina adoración al Señor, para adorar a dioses falsos. Por su gran fidelidad Él merece nuestra alabanza; Dios bendice su creación y bendice a los que lo adoran, por eso no podemos darle a otros su Gloria y tener una actitud tan desagradecida, como para honrar, por los beneficios que hemos recibido, a falsos dioses hechos por manos de hombres. En referencia de esto, podríamos estar adorando o dando el primer lugar a cualquier ídolo de yeso o de carne y hueso, que desvíe nuestra mirada del centro de nuestras vidas que debería ser nuestro Dios; y por eso debemos ser siempre muy cuidadosos en nuestra consagración a Él y en el orden de nuestras prioridades. Una vez me dijeron: Aquello que ocupe más tu atención, de lo que hables más, en lo que inviertas más tiempo, es tu verdadero Dios; y estoy de acuerdo con ese pensamiento. Si Él verdaderamente abunda en tu corazón, saldrá por tu boca.

    Yo a veces me pregunto, ¿Cómo no amar a Dios? Bueno, realmente no podría dar una opinión al respecto porque toda mi vida es Él; pero si reflexiono en esto y concluyo que no creerle o amarle sólo puede ser posible cuando una persona se ha dejado intervenir tanto por satanás, que su juicio para adorar al único y verdadero Dios, simplemente ha sido nublado; entonces, dejo de verlo de forma natural, y empiezo a darme cuenta que el conocer o no conocer a Dios, siempre será una condición espiritual. El salmista declaraba: amo a Dios porque ha inclinado a mi su oído, porque en angustia y dolor vivía, e invoqué su nombre y Él libró mi alma; amo a Jehová porque es clemente, justo, y misericordioso; porque estaba yo postrado y me salvó; amo a Jehová porque me ha hecho bien, porque libró mi alma de la muerte, mis ojos de las lagrimas y mis pies de resbalar; entonces, ¿Cómo no amar a Jehová? Vuelve a mí mi anterior respuesta, no es algo natural; sólo el alma develada de la influencia del pecado puede amar así a Jehová. Y les digo algo, yo amo a Jehová; con toda mi alma, con toda mi mente, y con todo mi ser. ¿Que puedo pagarle por todos sus beneficios para conmigo? Solamente el ser su sierva, invocar su nombre y ofrecerle por siempre sacrificios de alabanzas. Alabarle porque es bueno, porque ha engrandecido sobre mi su misericordia; no moriré, sino que viviré y contaré todas sus obras. Es así, ¡Amo a Jehová!






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