lunes, 18 de julio de 2016

La Biblia en un año #Dia179

    Salmos 135-139


    La grandeza de Dios y la vanidad de los ídolos... La Palabra es tan clara, su verdad conduce a toda luz y sabiduría, y sin embargo, sigue tanta gente velada en tinieblas e ignorancia respecto a tantas cosas. Nuestro Dios es GRANDE, y es mayor que todos los falsos dioses. Entonces yo me pregunto, ¿Por que no ir directamente con Él? Todo lo que Jehová quiere, lo hace; en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos; en cambio los ídolos de las naciones son plata y oro, obra de manos de hombres; tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen orejas, y no oyen, ni tampoco hay aliento en sus bocas; así de inertes y sin propósito son todos los que en estos ídolos confían, así que no pueden pretender que algo muerto, les de vida. Jehová, nuestro Dios, uno solo es; el Dios sobre los dioses, el Señor de señores, el único que hace grandes maravillas; el que trabaja con mano fuerte y con brazos extendidos, el que hace, crea, divide, pastorea, extiende, hiere, arroja; quien en nuestros abatimientos se acuerda de nosotros y nos rescata de nuestros enemigos, el que da alimento a todo ser viviente, y cuyo fiel amor dura para siempre. Entonces, como decimos aquí en Venezuela: No busquen por las ramas, si quieres ver a Dios, no esperes que los falsos ídolos te lo muestren. 

    En días pasados al estudiar los cánticos graduales, observábamos lo difícil que es estar lejos de casa, y también lejos de quien se ama; mientras los israelitas estuvieron cautivos en Babilonia (ya saben que me gusta todo lo relativo a este episodio de la vida de los judíos), lloraban y se lamentaban mientras se acordaban de Sión, no podían ni siquiera cantar al Señor estando en tierra de extraños; Jerusalén era su alegría, y lamentablemente, debido a su desobediencia, ya no estaban allí. Esto me recuerda la importancia de afirmarnos cada día en el Señor y mantenernos fieles a su Palabra, pues la vida que Él quiere que vivamos no es una vida de recuerdos, lamentos, nostalgia por lo perdido; sino que podamos gozarnos en sus propósitos y disfrutar de las bendiciones que ya tiene de antemano establecidas para nuestro deleite. El que vive de recuerdos, muere de desencanto, y esta ya es la tercera confirmación de una Palabra que Dios me dio: Si te lo di, conservalo; antes de que tengas que llorar por haberlo perdido. David vivía agradecido por los favores de Dios, y alababa su nombre de todo corazón por su gran fidelidad y misericordia; el sabía que el Señor cumpliría su propósito en su vida, y que jamás desampararía la obra de sus manos. El Señor lo sabe todo, lo siente todo, lo conoce TODO; escudriña nuestro andar, nuestro sentar y nuestro levantar; no podemos huir de su Espíritu ni de su presencia, porque en cualquier lugar donde estemos nos guiará su mano y nos asirá su diestra. Tal conocimiento es tan maravilloso para nosotros que nuestras mentes finitas y humanas no lo pueden comprender, pero hay algo que si podemos hacer y que David sabía hacer muy bien; alabarlo, alabarlo y alabarlo por todas sus formidables obras. ¡Aleluya!






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