lunes, 11 de julio de 2016

La Biblia en un año #Dia176

    Salmos 119


    No es sorpresa que el día de lectura de hoy estuviese dedicado sólo a estos 176 versículos contentivos en este capitulo de las Escrituras. Espero poder leer detenidamente, sin ansiedad, y comprender lo que Dios quiere mostrarme a través de esta porción de la Biblia. Así que sin darle más largas, ¡Empecemos! El Salmo 119 además de ser el Salmo más largo, también es el capitulo más largo de la Palabra de Dios, y habla en su mayor contenido, precisamente de eso: De la excelencia de la Palabra de Dios. Cada uno de estos versículos es visto como un elogio a la Ley del Señor, y algunas fuentes dicen que fue escrito durante el exilio en Babilonia. Los ocho versos de cada estrofa comienzan con cada una de las 22 letras del alfabeto hebreo, y leyendo estas ocho partes de forma aislada, puedes tener una comprensión más efectiva y menos amplia. Esto es lo que yo haré pues así estudiaba en la universidad y me daba buenos resultados; es solo una recomendación que si me funciona a mi, también puede funcionar a otros. (risas)

    Dicen que la felicidad es algo muy subjetivo, pero el Señor nos manifiesta en su Palabra que existe no solo una, sino una doble porción de felicidad para aquellos que andan en su Ley y guardan sus testimonios; los que con todo corazón le buscan y andan en sus caminos. Cuando ordenamos nuestros caminos para guardar sus estatutos, no somos avergonzados; y a medida que aprendemos su Palabra, también aprendemos a vivir como realmente debemos hacerlo. Para mantener un camino limpio y justo, la Palabra del Señor debe permanecer guardada en nuestros corazones; no olvidemos que, de la abundancia del corazón, habla la boca. Meditar en sus mandamientos, considerar sus caminos, y guardar sus estatutos son la garantía de un andar en integridad y honestidad. El mejor, más acertado y oportuno consejo, nos los da Dios; por eso el salmista oraba para que sus ojos pudiesen ser abiertos y pudiese mirar las maravillas de su Ley; quebrantada estaba su alma de desear todo el tiempo sus mandamientos; aún cuando se levantaban calumnias en su contra, él prefería meditar en las Escrituras, pues estaba seguro que allí encontraría todas sus respuestas. En tiempos de aflicción o de desanimo, la Palabra es nuestra mayor y mejor compañía; cuando se deshace nuestra alma por la ansiedad, somos sustentados según las maravillas de sus promesas eternas. ¿Quién al meditar en lo que Dios promete no se siente alentado y confortado? ¡Hay vida en la Palabra! Y corriendo por el camino de sus mandamientos, es afirmado nuestro corazón. Para poder andar por la senda de los mandamientos de Dios, necesitamos la sabiduría y el discernimiento que sólo la misma Palabra puede ofrecernos; buenos son los juicios del Señor, y excelencia son sus mandamientos; por ello, debemos ir a las Escrituras y ser guiados en la voluntad del Señor para nuestras vidas. Con entendimiento podemos guardar su Ley, y cumplirla de todo corazón. 

    Seguir las ordenanzas del Señor nos permite responder y reprender a nuestros enemigos; por eso, al conocerlas y obedecerlas, podemos caminar en libertad. Las aflicciones, el temor, y la angustia pueden atacarnos de una u otra forma, pero cuando traemos a la memoria todas las Palabras del Señor, recibimos aliento; así lo dijo el salmista, y así lo dijo una hermana de mi Iglesia semanas atrás cuando se encontraba esperando un diagnostico medico: Tu Palabra es mi consuelo en tiempos de aflicción, tus dichos me dan vida. Este testimonio impactó mi corazón. En todos los hijos de Dios debe permanecer el anhelo ardiente de escudriñar sus Escrituras, de ser ministrados por su verdad; el escritor de este Salmo declaró el haberse apresurado en guardar sus mandamientos, es decir, no tardó en moverse hacia ella, en acudir a ella, en darse prisa ante el conocimiento de los dichos del Señor; a medianoche se levantaba para alabar a Dios por sus justos juicios, y ese es un deseo que nunca debemos permitir que se nos apague. Así como la Biblia nos enseña las formas en las que podemos agradar a Dios, también nos exhorta cuando no lo hacemos; y de este modo, cuando nos desviamos, desobedecemos, y tenemos que ser disciplinados de alguna manera por el Señor, esto nos enseña a prestar más atención a sus mandamientos y a mantenernos fieles a ÉL. Todo el que confía en la Palabra de Dios, aún cuando tiene que ser afligido por ella, se goza y recibe ánimo pues cree que hay justicia en los mandamientos del Señor; aún los que nos rodean se alegran también y se contagian con nuestra confianza, pues una vez que conocemos sus propósitos y creemos en lo que Él declaró a nuestras vidas, no somos avergonzados. 

    Puede que los días pasen, que creamos que la visión está tardando en cumplirse, y que tal y como decía el salmista, nuestras fuerzas se agoten de tanto esperar; pero una cosa es cierta, lo que Dios dijo que cumpliría en tu vida ciertamente se cumplirá. Aunque nuestros ojos espirituales tengan que esforzarse un poco más para ver cumplida su promesa, su Palabra es fiel y en eso está puesta toda nuestra esperanza. Su eterna Palabra se mantiene firme en el cielo, y su fidelidad se extiende de generación en generación; sus mandamientos siguen siendo verdad hasta el día de hoy, y todo está al servicio de sus planes. El sigue siendo Dios, y por medio de sus dichos nos ha dado vida; una mente puesta en sus promesas, siempre mantiene la calma. Si queremos cultivar la facultad de aprender, entender, razonar, y tomar decisiones acertadas, esto será sin duda mediante la Palabra; nuestro entendimiento es enriquecido cuando hacemos de sus testimonios nuestra meditación. Frente a las elecciones de la vida, los caminos que debemos escoger seguir, o aquellos que debemos decidir no tomar; la Palabra funciona como una luz que puede orientarnos, totalmente radiante y brillante para ser animados a dejarnos dirigir por nuestro Dios; y ésta no solo ilumina nuestro andar, sino que también es una defensa en contra de nuestros enemigos; nos dan refugio y protección, y las promesas del Señor nos brindan esperanza; los malvados de este mundo pueden despreciar lo que Dios tiene que decir, pero, mientras sus hijos mediten en ello, obtendrán la victoria. Durante mucho tiempo he escuchado que así a Dios no se le entienda, se le obedece; y aunque me costó aceptarlo (siempre quiero entenderlo todo), esto tiene muchísimo sentido, después de todo, sus pensamientos están muy por encima de los nuestros; por eso, aunque muchos se nieguen a cumplir sus mandamientos, y de momentos nosotros mismos no veamos la materialización de lo que ÉL ha declarado, debemos seguir viviendo su Palabra; por obediencia y fidelidad, así se levante cualquier tipo de invalidación en su contra o en la nuestra. Repito, lo que el dijo que cumpliría en tu vida ciertamente lo cumplirá.

    Anhelar algo, desear conservarlo, suspirar... Son elementos productos del amor, y es tan maravillosa la PALABRA DE DIOS, que el salmista se encontraba enamorado; el quería seguir los mandamientos del Señor fielmente, tal y como desea mantenerse fiel una persona a quien ama; él no solo quería conocer las Escrituras y saber cuales eran sus beneficios, sino que quería ponerlos por obras. Y es que así debe ser todo para Dios, por amor, no por obligación. Así como el Señor es justo, su Palabra también lo es, Él juzgará con rectitud tanto al que la guarda como al que la rechaza, pues todos sus mandamientos son dignos de confianza. Mediante este, nuestro manual de vida, nuestro regalo de Dios, podemos estar cerca Él; a través de su Palabra podemos escucharlo, conocerlo, descubrir su voluntad; lejos están de Él los que no meditan en su Ley, pero aquel que ha amado sus mandamientos, vivirá conforme a su misericordia. El que se deleita en los dichos del Señor, se alegra como quien ha hallado grandes tesoros, pero son estos dichos aún más valiosos que la riqueza material, y pueden hacernos más felices que cualquier posesión terrenal; pues los que aman su Palabra disfrutan de mucha paz y no sufren ningún tropiezo. Con el aprendizaje y la vivencia de sus estatutos, nuestros labios rebosan alabanza; habla la lengua los dichos que están en el corazón, y vive el alma que le alaba y no se olvida de sus mandamientos. 

    Las 22 palabras que usé para ayudarme a construir este articulo en sus 22 estrofas, producto del alfabeto hebreo, fueron:
  1. Felicidad (Alef)
  2. Integridad (Bet)
  3. Consejo (Guímel)
  4. Aliento (Dálet)
  5. Discernimiento (He)
  6. Libertad (Vau)
  7. Consuelo (Zain)
  8. Anhelo (Chet)
  9. Disciplina (Tet)
  10. Gozo (Yod)
  11. Fe (Caf)
  12. Calma (Lamed)
  13. Entendimiento (Mem)
  14. Luz (Nun)
  15. Defensa (Samec)
  16. Obediencia (Ayin)
  17. Amor (Pe)
  18. Justicia (Tsade)
  19. Cercanía (Cof)
  20. Misericordia (Resh)
  21. Riqueza (Sin)
  22. Alabanza (Tau)
    Estas palabras no guardan ninguna relación con el abecedario, son sólo una herramienta que utilicé para tener una comprensión un poco más estricta.

    Mi estrofa favorita fue: AMOR... Señalada con la letra hebrea PE, y se encuentra entre los versos 129-136; y mi versículo favorito está por supuesto dentro de esta estrofa, aunque tengo varios minutos debatiéndome entre dos, así que mejor escribo ambos... Luego me decido jaja

Maravillosos son tus testimonios; por tanto, los ha guardado mi alma. Salmos 119:129

Mi boca abrí y suspiré, porque deseaba tus mandamientos. Salmos 119:131


Si, ahora si, ¡Terminé! 





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