lunes, 12 de marzo de 2018

Aumenta mi fe

Siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse. Así que dejen que crezca, pues una vez que su constancia se haya desarrollado plenamente, serán perfectos y completos, y no les faltará nada. Santiago 1:3-4

Una muy buena amiga y hermana me dijo una vez: Chris, la vida de fe no es para todos los hijos de Dios. ¿Cómo? —Pensé—. Si es que precisamente para poder serlo, debemos creer. Pero, después de meditar un poco más en sus palabras, me di cuenta de que no se refería exclusivamente a la fe en Jesucristo como Salvador. La verdadera fe que agrada a Dios y que vence al mundo, es esa que sometida a todo tipo de pruebas, termina siendo mucho más preciosa que el oro, cuya calidad se prueba con el fuego. Entonces, al resistir las más fuertes llamas, recibe la aprobación, el honor y la gloria de parte de Dios. Cuando los discípulos se acercaron a Jesús, frustrados por no haber podido expulsar aquel demonio, el Señor les dijo: No tienen la fe suficiente para hacerlo. Y también añadió, que ese género de demonios no salía sino con oración y ayuno. ¿Se refería el Señor Jesús al "tipo" de demonio que estaban expulsando? ¿O más bien a tener la confianza suficiente para poder hacerlo? Yo me inclino por la opción número dos. Un día le pedí a Dios que aumentara mi fe, y puedo decir que a partir de ese día, empecé a conocerlo verdaderamente. Fue un momento en el que quería pasar de la fe salvadora mediante la que recibes, a la fe por obras que te hace dar; de la que fe que ya tenía, a la que aún estaba por descubrir. Y así hice ésta, muy temida a veces, oración. ¿Por qué? Porque para que la fe pueda ir en aumento, debe ser desafiada a través de diversas pruebas a las que muchas veces le tememos. Queremos ser hombres y mujeres de fe infalible, pero nos cuesta renunciar a la seguridad de lo conocido. Tener fe, es adentrarse a terrenos incómodos, es caminar en una cuerda floja sin temor a caer. Es dejarse guiar por Dios en una completa línea de dependencia. Pero es también ver a ese Dios de todo poder actuar a tu favor aún en los detalles más simples. La fortaleza que recibimos en medio de los sufrimientos, cuando nuestra fe es probada, es la que nos lleva a la madurez plena, sin que nos falte cosa alguna. Porque antes de Dios entregarte cualquier cosa, primero quiere que tu te entregues sin reservas a la confianza plena en Él. En cierta forma a esto se refería Jesús cuando los discípulos no pudieron expulsar aquel demonio. Lo intentaron, pero no pudieron hacerlo porque antes Jesús quería tratar con ellos y con su relación de dependencia. Después de todo, no es el producto final lo que te lleva a la gloria, sino lo que atravesaste para llegar hasta allí; a la plena y completa medida de fe y de conocimiento de Cristo. Los demonios serán expulsados, si; las bendiciones llegarán, ¡Claro! Pero antes, esa fe será desafiada y fortalecida para alcanzar el nivel al cual Jesús quiere llevarte. No me arrepiento de haber hecho ésta oración, ni de todo lo que ha pasado desde aquel día. Cada reto, cada expectativa. Cada mover sobrenatural de Dios. Aún cuando no se ni como, ni cuando, ni cuanto, ni de donde; mi confianza seguirá en aumento como la luz de la mañana, hasta alcanzar todo su esplendor. Mantente firme, con la mano en el arado, y con la vista justo al frente para poder seguir.

¡QUE TU FE NO FALTE!

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