viernes, 28 de abril de 2017

Consuelo para mi país

He visto su conducta, pero lo sanaré y le daré descanso y tranquilidad completa. Yo consolaré a los tristes, y diré a todos: Paz a los que están lejos, y paz a los que están cerca. Yo sanaré a mi pueblo. Isaías 57:18-19

La realidad venezolana para este tiempo, se ha presentado como una verdadera prueba para todos cuantos habitamos esta nación, seamos creyentes en Dios o no. Lamentablemente, nuestro país ha sido sacudido por grandes vientos de violencia, enfrentamientos, división, odio, maldad, y finalmente, muerte, como respuesta inmediata al pecado del hombre. Con tristeza vemos un país en llamas, sediento de paz y restauración. Y precisamente, de cara a una realidad tan oscura y desalentadora, la fe de los hijos de Dios debe mantenerse inalienable e inquebrantable, pues nuestra esperanza es imperecedera e imprescriptible. La vida de cada venezolano es importante para Dios, y así como nada de lo que sucede en mi país pasa desapercibido para Él, tampoco puede pasar frente a mi. Hoy oro por cada corazón enlutado, por los que han sido victimas de hambre, de peligro, de espada, por cada necesidad, por cada ausencia, y cada calamidad. Reprendo toda forma en las que las tinieblas han querido posicionarse sobre este territorio, y echo fuera todo acto de maldad de parte del enemigo de nuestras almas, cuyo único objetivo para este, y cualquier tiempo, es hurtar, matar y destruir. Puedo y debo proclamar la sanidad, el consuelo y la paz de Cristo sobre Venezuela pues así lo establece su Palabra; me apropio de cada declaración de Dios y me apego a seguir creyendo incluso frente al peor de los pronósticos. Oro para que nuestra fe no falte, y para que descansemos en la soberanía absoluta de su poder, porque aunque el enemigo venga como río, el Espíritu Santo levanta bandera sobre él y destruye todas sus intenciones. Satanás huye ante la luz de Cristo, esa misma en la que nos hemos convertido todos y cada uno de los que hemos creído en su nombre, por eso, este no es el tiempo de temer. Nuestro Dios, es Dios de toda consolación, y antes, si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias. Él, no contiende para siempre, ni para siempre guarda su enojo. Si, hemos sido golpeados, pero este, es el tiempo de sanar. Lo creo en mi espíritu, y lo anhelo con todo mi corazón. Él mismo que nos hizo, se acordará de nosotros y restaurará nuestra nación.


No hay comentarios:

Publicar un comentario