martes, 11 de abril de 2017

Venezuela

No son ustedes los que van a pelear esta batalla. Tomen posiciones, esténse quietos y verán cómo el Señor los librará. 2º Crónicas 20:17

He estado pensando mucho respecto a la posición del reino frente a esta situación en Venezuela, mi país, al cual amo profundamente. En medio de días muy duros, y de largos años viviendo en lo que podría llamarse un carrusel político, económico y social; la mayoría de los venezolanos sucumben ante sensaciones de tristeza, cansancio, agonía y frustración. Entonces, ¿Qué podríamos hacer como hijos de Dios? Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos a nuestro Salvador, eso es seguro. No obstante, también sé, que nuestro Dios no quiere que vivamos de forma indiferente o insensible en nuestro peregrinaje terrenal, pues eso sería ignorar los principios bíblicos que fundamentan nuestra fe. Cuando el pueblo de Israel fue deportado a Babilonia, Dios les dijo a través del profeta Jeremías, que trabajaran por la paz y la prosperidad de ese lugar, y que además, rogaran a Él por el bienestar de esa ciudad; pues si la ciudad tenía paz, ellos también la tendrían. Desde el principio del mundo Dios quiso que los seres humanos tuviesen identidad con el lugar que les había dado para habitar, luego, entregó a Israel un territorio para su entera satisfacción, una tierra Santa, donde fluía leche y miel. Venezuela, no es la excepción. También es una nación creada, amada y protegida por Dios; una tierra que el mismo Señor nos hizo habitar para que pudiésemos ser fructíferos y multiplicarnos en la misma forma en la que bendijo a los primeros pobladores del mundo. Mientras vayamos en ascenso hacia la ocupación de nuestra residencia eterna, nuestro firme propósito debe ser siempre trabajar por la tierra temporal que Dios nos dio, rogar por ella y procurar su prosperidad en todos los sentidos. Como venezolanos no podemos simplemente ignorar todo lo que sucede a nuestro alrededor, al contrario, Dios quiere que estemos bien apercibidos para poder luchar con las armas espirituales que Él mismo nos dio. Podemos, y debemos tener identidad con todos los padecimientos que atravesamos como nación, involucrarnos de la manera correcta, y dejarnos usar por Dios para bendecir este país, que pide a gritos la manifestación gloriosa de los creyentes en Cristo Jesús. En este mundo que un día se terminará, nunca estaremos completos, y las aflicciones eventualmente vendrán para enseñarnos y fortalecer nuestra fe, sin embargo, sé y creo en un Dios que puede y quiere hacernos vivir quieta y reposadamente. La fórmula sigue siendo la misma, y los que confiamos en Dios, la conocemos muy bien. No te inquietes amado hermano, ten paciencia, solo Dios tiene la ultima palabra para nuestro país, y aunque hoy tengamos que llorar, muy pronto recibiremos perfume de alegría en vez de luto, cambiaremos la tristeza por cantos de alabanza. Buenos es esperar la Salvación que proviene de Dios. 

¡Créelo! 




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