miércoles, 3 de mayo de 2017

Ser y hacer

Hermanos en Cristo, ¿De qué sirve que algunos de ustedes digan que son fieles a Dios, si no hacen nada bueno para demostrarlo? Santiago 2:14

Para Dios, hay que ser y hacer: Ser lo que Él quiere que seas y hacer lo que Él quiere que hagas; sin reparos, sin limitaciones y sin contradicciones. Una vez que nos convertimos a Cristo de todo nuestro corazón, pasamos a adoptar un nuevo estilo de vida, en el cual ya no vivimos por nosotros mismos, sino a través de la presencia de Dios, y lo que vivimos en la carne, lo vivimos en nuestra fe en Jesús. Ese nuevo estilo de vida, viene acompañado de un principio de renuncia, en el cual, todas nuestras intenciones deben estar motivadas por la voluntad de Dios. En este sentido, nuestra identidad debe ser renovada y transformada por medio de su Espíritu Santo, en miras de poder convertirnos en uno con Él. Uno en esencia, uno en naturaleza, uno en verdad. Una vez que nos entregamos a Jesús, nos volvemos de su pertenencia, y debemos andar como Él anduvo, esto es, sometiendo nuestra voluntad, a la voluntad del Padre Celestial. La misma que debe hacerse patente en todas las áreas de nuestras vidas con el propósito de ser vasos de honra para Gloria suya. No basta con decir que somos de Él, debemos hacernos de Él. Y someter todas nuestras inclinaciones al producto de sus intenciones. Lo justo no sería sólo pertenecer a Él sin demostrar nuestra fe, pues eso la haría inútil e inservible; y tampoco lo sería el convertirnos en sólo hacedores de su obra, sin vivir en intimo la unidad de su Espíritu con el nuestro. Nuestra vida nueva en Cristo es un todo indivisible, y ambas expresiones de nuestra naturaleza redimida, deben acompañarse entre sí en un modo de entrega total. Esa será la verdadera manifestación de la esperanza que profesamos, firme y sin vacilar.

¡Entrégate! 

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