miércoles, 8 de julio de 2015

EL PODER DEL ARREPENTIMIENTO

...Y al ver que toda la gente de Nínive dejó de hacer lo malo, Dios decidió no destruirlos. Jonás 3:10

            En el capítulo número 3 del libro de Jonás (el quinto de los profetas menores), encontramos, esta vez, ya a un obediente profeta haciendo exactamente lo que Dios le había encomendado: anunciar la destrucción del pueblo de Nínive, quien había estado sumergida en un gran número de pecados y delitos frente al Señor. Nínive era un importante punto de paso de las rutas comerciales que cruzaban el Tigris, un gran rio de Asia occidental; se describe en la Biblia con una ciudad grande en extremo, de tres días de recorrido (Jonás 3:3); ocupaba una posición central en las rutas entre el Mediterráneo y el Índico, uniendo así Oriente y Occidente, recibiendo influencias y riqueza de muchos lugares, por lo que llegó a ser una de las más grandes ciudades de la antigüedad. Sin embargo, los Ninivitas quisieron hacer responsable de su valor e importancia a dioses ajenos y paganos, convirtiéndose así en un pueblo idólatra, que había dado la espalda al Dios altísimo para rendir su adoración a dioses falsos; por lo que el Señor comisionó a Jonás para proclamar juicio contra ella pues su maldad había subido delante de EL. (Jonás 1:1-2).

            Cuarenta días duraría el aviso de la destrucción inminente dada al pueblo de Nínive por Dios mediante Jonás, quien se levantó y pregonó el mensaje que Dios le había dado: “Nínive será destruida”, (Jonás 3:4). La Palabra de Dios establece que al escuchar el anuncio de su ruina, los hombres de Nínive creyeron a Dios, proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio, una vestidura áspera usada antiguamente para penitencia o disciplina, en señal de arrepentimiento; aun el Rey de esta ciudad al escuchar todo esto, decidió despojarse de su vestido, cubrirse de cilicio y sentarse sobre ceniza. Este Rey también decretó ayuno, y ordenó que todos los habitantes clamaran fuertemente a Dios, y se convirtieran de su mal camino porque así, el Señor podría dejar pasar por alto sus ofensas y no destruirlos como había establecido. (Jonás 3:5-9)

Nuestro Dios, misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en compasión; el cual no contiende para siempre, ni para siempre guarda su enojo, perdonó a este pueblo y los libró de la ruina ofrecida. Nínive se arrepintió de haber ofendido a Dios y Dios se arrepintió de destruirlos. No puede haber perdón de pecados, sino hay arrepentimiento, y no puede haber reconciliación con Dios sino hay perdón de pecados; la Biblia nos enseña que ya se acerca el día en que Cristo reinará, por eso debemos volvernos a Dios y creer en la buena noticia de que el murió por nuestros pecados y puede darnos salvación (Marcos 1:15).

            Si hay un rescate necesario; una vía de escape que desees tomar; una dirección que estés pidiendo a gritos aun sin usar las palabras; si han sido grandes tus afrentas delante del Dios altísimo, si al igual que Nínive, le has dado la espalda y has puesto tu mirada en otros dioses; si crees que tu Nación, tu cuidad, tu familia y tu casa necesitan ser restauradas pues ves claramente la ruina que está a punto de llegar; es hora de volverte al Señor, arrepentirte del mal cometido, clamar fuertemente a Dios y creer que si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos y para limpiarnos de toda maldad. (1° Juan 1:9).




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