lunes, 4 de junio de 2018

¿Qué dices tú?

El enemigo no quiere que tengas la Palabra de Dios en la boca, porque sabe el riesgo que corre esa proclamación sobre él. El Señor le dijo al Profeta Jeremías cuando lo llamó a hablar en su nombre, que a través de su Palabra, le había dado poder sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar. (Jer. 1:10). Satanás sabe entonces cuan poderosa es la Palabra de vida. Por eso quiere manipularte y hacerte hablar el lenguaje del mundo y no el del reino de los cielos. Es doloroso que los creyentes no usemos lo que Dios nos dio, y que en cambio, insistamos en hablar lo que todo el mundo dice. Tragedia, maldad, murmuración, odio, queja, daño, muerte, ofensas, y mucho más. Pero mientras vas por ahí hablando lo que el enemigo quiere, le estás dando poder a él y no estas usando el tuyo. La Palabra es una espada que se usa para contra atacar al maligno, para dejar sus planes SIN EFECTO. Nombras la Palabra y el inmediatamente tiene que huir, porque no la resiste.
Cuando tentó a Jesús en el desierto, tres veces le respondió el Señor por la Palabra y el no tuvo éxito en sus intenciones de hacerlo caer. Jesús lo resistió con el poder de la Palabra de Dios!! El salmista dijo: Tu palabra estará de continúo en mi boca. ¿Por qué? ¿Porque somos unos religiosos? ¿Porque no podemos hablar de otra manera? NO. ¡Porque la Palabra es poder! Y mientras muchos quieren ser tan aceptados por el mundo, que terminan pareciéndose a él, satanás gana más terreno. Hoy me pregunto: ¿Qué lenguaje estamos usando? ¿Aquel que alaba a Dios y pone grillos a los planes del maligno, o aquel que más bien contribuye a sus perversiones? No te dejes engañar. Satanás entra sutilmente para que en vez de tener las palabras del Señor en tu boca, tengas las suyas; y así poco a poco usarte a su favor. Eres el reino, eres luz, eres poder. Así que asume tu identidad y dile al maligno que en todo caso, preferirás callar antes de que tu boca declare su maldad.
No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan. Ef. 4:29 

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