martes, 14 de noviembre de 2017

DIOS PROVEERÁ

Dios proveerá un cordero para la ofrenda quemada, hijo mío —contestó Abraham. Así que ambos siguieron caminando juntos. Génesis 22:8

Cuando Abraham debió enfrentar la difícil tarea de tener que sacrificar a su amado hijo Isaac como una ofrenda quemada, atravesó su mayor prueba de fe. Isaac era el hijo de la promesa, al cual Abraham y su esposa Sara habían estado esperando durante más de 20 años, hasta que finalmente concibieron, y se materializó la Palabra que Dios les había dado a ambos. El Señor, además de comprobar que Abraham le era completamente obediente y fiel, también quería mostrarle que Él era un Dios de provisión; y que al esperar en silencio delante de su presencia, Él se presentaría de forma milagrosa para suplir su necesidad. Y como no, si Abraham estaba en ese Monte, solo con su hijo; con el altar preparado, la leña, el fuego, y el cuchillo en su mano, y dispuesto a obedecer a Dios. Isaac, quien ignoraba completamente la situación, le preguntó a su padre donde estaba el animal que sacrificaría, y Abraham sólo contestó: Dios proveerá un cordero para la ofrenda, hijo mio. Pues, con esa firme declaración de dependencia y seguridad, no hicieron falta mayores palabras. Luego de que Isaac fuese atado y puesto sobre el altar, encima de la leña; el Ángel del Señor le dijo a Abraham que no lo sacrificara. Pues había demostrado verdaderamente temer y amar a Dios. Entonces Abraham levantó los ojos y vio un carnero que estaba enredado por los cuernos en un matorral. Así que tomó el carnero y lo sacrificó como ofrenda quemada en lugar de su hijo. Abraham, que no quiso negarle a Dios ni siquiera su propio hijo, nos mostró que la obediencia es la llave que abre el candado de la bendición. Y Dios, que es verdaderamente fiel con todo aquel que le toma por Padre, manifestó que su providencia dispone todas las cosas de forma anticipada para el beneficio de los que creen. Dios no llevó a Abraham a ese Monte para perjudicarlo, sino para cumplir su propósito sobre él. Así que, levanta los ojos, y ve que en ese lugar adonde Dios te ha llevado para probar tu fe, está el favor y el auxilio que el mismo ha provisto para tu bien. Confía en que Dios nunca dirigirá tus pasos hacia un sitio donde no pueda sostenerte, y recuerda en medio de la más dura carencia y el desafío, que en el monte del Señor será provisto. Él ha servido la mesa para sus hijos. 



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