lunes, 27 de marzo de 2017

La certeza de que Dios nos oye

Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. 1 Juan 5:15 

Quizás una de las cosas más importantes para alguien que está diciendo algo, es ser escuchado. Nada ofende más como que intentes comunicarte con alguien que no te está prestando atención. Eso te hace sentir ignorado, poco valorado, e incluso, rechazado. Esto sucede en las relaciones humanas más frecuentemente de lo que creeríamos, y aunque muchas veces, cuando dejamos de prestar atención a alguien, no lo hagamos de forma intencional, en ocasiones, puede llegar a crear graves conflictos en la comunicación; lo que a su vez, produce el rompimiento o la fractura de algunos vínculos. Una vez que Salomón terminó de edificar y consagrar el Templo del Señor en Jerusalén, Dios le dijo que todo el tiempo estaría atento y escucharía las oraciones que allí se hicieran. Incluso, en medio de los padecimientos que Israel pudiese sufrir a causa de su desobediencia, les dijo, que al humillarse, orar y buscar su rostro, Él escucharía desde los cielos su clamor y los restauraría. El gran transmisor en nuestras sesiones de comunicación con Dios, es el Espíritu Santo, por eso podemos estar seguros de que nada podría alterar el intercambio de nuestros más íntimos pensamientos, ni dañar el vínculo afectivo que hemos creado con Él a través de Cristo Jesús. Ni siquiera nuestra desobediencia podría evitar que el Señor deje de percibir nuestra oración, pues Él, es el único ofendido que siempre está dispuesto a escuchar a su ofensor. De lo contrario, no sería capaz de prolongar sobre nosotros sus misericordias. ¡Dios nos oye! Sus canales y sus códigos están totalmente despejados y claros, por eso, podemos acercarnos confiados al trono de su gracia; donde además de ser oídos, tenemos también asegurada la respuesta. Dios no es como los hombres, Él no deja de prestarnos atención, ni de estar interesado en nuestras necesidades; ninguna de nuestras súplicas pasan desapercibidas delante de su altar, pues Él tiene compromiso de respuesta al clamor de todos sus hijos. 

¡Háblale!


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