Tal
y como vemos reseñado en el evangelio de Juan, el Señor Jesús dijo a sus discípulos
que la consecuencia de conocer la verdad era la libertad, partiendo de estas
palabras del Señor, podemos inferir que todo aquel que miente y engaña
intencional y conscientemente vive preso y esclavo de ese engaño. Ahora bien, los
seres humanos fuimos creados a imagen y semejanza de Dios (Gn. 1:26), quiere
decir que tenemos la capacidad y la forma dada para ser totalmente
transparentes, sinceros y honestos; de hecho, la honestidad es uno de los
valores que constantemente debe hallarse en los hijos de Dios; pues cuando se
decide creer en Cristo se decide creer la verdad más liberadora y restauradora
de todas, que Jesucristo es el hijo de Dios y que es el enviado para dar
Salvación a todos los hombres; siendo el mismo Jesús, en toda amplitud y
expansión, la verdad por excelencia. (Juan 14:6).
En
honor a la verdad, todo aquel que pretenda vivir adulterando la realidad,
engañando, hablando falsedad y mintiendo para conseguir sus fines debe entender
que al hacerlo realiza la labor del Diablo, pues él es el padre de la mentira, él
no se mantiene en verdad pues no hay verdad alguna en él. (Juan 8:44); el mismo
Jesús afirmó que si Dios es nuestro Padre lo amaríamos a EL y creeríamos en la
verdad que él había expuesto de parte de Dios; mientras que al hablar mentira
cumplimos absolutamente los deseos de Satanás, cuyo objetivo principal es
hacernos vivir en total cautiverio.
Cuando
mentimos, decidimos realizar una práctica que es bastante difícil de mantener,
pues hasta una pequeña mentira como decir que tomamos dos tazas de café cuando
realmente fueron tres, nos lleva a seguir mintiendo para mantener la posición
que establecimos en principio, por eso, las mentiras se hacen cada vez más
grandes y recurrentes; debemos seguir mintiendo para sostener el resto de
mentiras que ya hemos dicho. Evidentemente una persona que practique la mentira es
alguien que vive totalmente cautivo de sus palabras, sin libertad alguna para
poder decir abiertamente que no tiene nada que temer.
Como ya
sabemos, el pecado nos condena y nos esclaviza de una manera inevitable; sin
mencionar el papel tan enorme que juegan tus emociones al hacerte sentir
culpable y perseguido cuando ocultas la verdad, todo esto aparte de la muy
poderosa intervención del Espíritu Santo, que te redarguye y trata de
convencerte de que lo que haces no es agradable ante los ojos de Dios y que
debes arrepentirte. Mentir es tan fácil como tomarse un vaso de agua, pueden
hacernos una pregunta simple y nuestra respuesta inmediata puede ser una
mentira aún sin pensarlo; decir que no fuiste a trabajar porque estabas enfermo
cuando en realidad te quedaste dormido, o decir que no estás en casa cuando si
lo estás, o quizás decir que no fuiste al culto porque se te hizo tarde cuando
en verdad estabas viendo televisión; nos vamos llenando de excusas y más
excusas para tratar de vernos bien delante de los demás y al hablar mentiras
desagradamos al más importante en nuestras vidas.
El
que sigue a Jesús, no anda en tinieblas pues él es todo luz, a diferencia del
que engaña, que debe mantenerse siempre a oscuras y tratando de ocultar cada engaño;
Jesucristo siempre habló la verdad necesaria para que todo el que lo oyera
pudiera arrepentirse y creer en el cómo Salvador, y Satanás en contra de esto,
siempre quiso engañar para seguir teniéndonos en esclavitud y condenación. Hay
uno solo que es la verdad y la vida, y hay uno solo que es la mentira y la
muerte, quizás es tiempo de preguntarnos qué camino estamos siguiendo y que
función estamos practicando, si la de Jesús o la de Satanás; recordemos que
todo aquel que dice permanecer en EL debe andar como EL anduvo. (1° Juan 2:6).
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